La contradicción forma parte del alma humana, pero en este siglo XXI se perdona menos, embestimos con más ganas al que la manifiesta o es sorprendido en ella. En parte gracias a las redes sociales, y no poco porque el dogmatismo y rotundidad de gatillo fácil con el que nos expresamos terminan pasando factura.
Fíjense en el alcalde de Cádiz, enredado -tras su asunto con la virgen del Rosario como medalla de la ciudad- en el viejo dilema económico de aviones o mantequilla en su versión gaditana: corbetas o caballas. Tantos años de manifas y proclamas, de asambleas y camisetas de regular olor con frases rotundas, para terminar envainándosela ante un sátrapa. Si no apoya la construcción de las bombas y corbetas que sus votantes quieren fabricar en Navantia para la cruel y asesina tiranía del monarca saudí, se puede dar por jodido.
Realmente, si el alcalde dijera que no le parece ético semejante encargo, no tendría la mayor importancia económica, la decisión sobre el contrato está muy lejos de su tejado. Lo que él se juega al opinar es la alcaldía, aunque adorna su populismo con el dilema de que, sin corbetas que fabricar, a los gaditanos solo les quedará pescar caballas desde el puente.
Más simpático, por intrascendente y asumido, es el debate que no sufre la diplomada universitaria y alcaldesa de Almonte. Leemos en prensa sus palabras, tan parecidas a las de la ex ministra Fátima Báñez, sobre la supremacía decisora de la Virgen local. La noche del sábado al domingo, informa la edil en el diario Huelva Información, se produjo un “diálogo” entre sus vecinos y la Virgen para decidir cuándo empezaba la procesión.
Ese diálogo, esperemos, no lo mantiene ella, a solas con Ella, sobre las decisiones que debe tomar como alcaldesa. Es legítimo que haya ciudadanos que la crean necesitada de una cura de coherencia con los ideales de socialdemocracia que se arroga.
Más me duele la presencia de una querida amiga en el concierto de un colombiano llamado Juan Luis, alias Maluma, también la noche del sábado. Mi amiga es una activista del feminismo en su variante intensa. Pero le puede esa música, o esa actitud, o lo que sea que atrae a tantas miles de mujeres hacia ciertos machos de pose vacila y letras dominadoras.
Quizás algún día aparezca en el despacho del alcalde de Sevillaland una delegación qatarí con señoras vestidas con el niqab, y las salude sin remilgos. Y nos parezca bien, porque traen cientos de millones de euros a la ciudad.
Contradicciones. O quizás no, quizás pragmatismo.