Contra el 4 del mismo mes, dos años después se alzaba el día 28. Sería la venganza, que es mejor servir fría. Porque el 4 de diciembre de 1977 obligó a los partidos más fuertes en número de votos a presentar un perfil pro-Andalucía. Y hay cosas que no se perdonan. Menos aún, porque había sido un triunfo del pueblo, había sido la sociedad civil quien les había ganado el pulso que sólo los políticos mantuvieron. Todavía se consideraban superiores cuando se negaron a recibir a dos jóvenes, en representación de treinta y cuatro organizaciones políticas, sindicales y sociales, que les pedían su apoyo a una manifestación o incluso, pues allí no cabían protagonismo, que convocaran ellos. Y el arrepentimiento por el respaldo con que no habían contado, los llevó a condenar a la convocante, Averroes, estudio andalusí.
A Escuredo el “habrá que tomarse esto en serio” al ver el río humano que avanzaba tras la bandera de cabecera y la mar en calma que llenaba la Plaza Nueva y aledaños, le costó el puesto. En serio sólo se puede tomar lo que manden los poderes. Por ejemplo, olvidar el 4-D, “mal ejemplo” para andaluces venideros, capaces de creer que el pueblo puede volver a torcer el brazo a los políticos. Con los votos solos y sumados de los dos partidos más votados, se impuso el “antídoto” sin receta dos años después en la Gran Inocentada. La que redondeaba unas condiciones leoninas, jamás impuestas a ningún referéndum en ningún lugar del mundo, para asegurarse el fracaso.
Pero también fracasaron. Los dos. El colmo. Andalucía volvía a superarles y no se conformaba con la victoria pírrica de un censo lleno de errores y horrores. ¿Cómo desmontar tal espíritu andalucista, que destrozaba el modelo de Estado pensado por quien tiene permiso para pensar y aceptado por quienes tienen “el deber” de obedecer a quienes los auparon al gobierno? Tanto pulso perdido llevó a cambiar de fecha el Dia de Andalucía, como si el 28F no fuera otra memorable victoria de los andaluces, sobre leyes injustas dictadas en su contra.
Desde entonces el 4D oficialmente no existe. Oficialmente, porque las voces y pitos llegan puntualmente a San Telmo. Hasta este año, en que la presidenta, ladina, se ha quitado de en medio a los ruidosos manifestantes. Pedir trabajo, sanidad, enseñanza, cultura, quedan ocultas este dos de diciembre bajo unas urnas que, si esperaban a enero habrían podido cambiar de signo. Han tenido en sus manos cambiar la vida de los andaluces, pero han podido más sus compromisos con Madrid, con Berlín, con Washington, lugares lejanos con omnímodo poder sobre esas vidas y ningún interés en su mejora. El partido dominante necesita mantenerse y anular el 4D no tiene importancia, frente a la necesidad de dilucidar un nuevo pacto que lo permita.
El 2 de diciembre de 2018 puede ser el triunfo definitivo del centralismo, o el de Andalucía. Ellos fabricaron el bi-partidismo y ahora sólo quedan dos opciones, pero no dos (ni tres) partidos, que sólo son partes de una misma alternativa. Las opciones a que se enfrentan los andaluces ese día son centralismo o libertad. Y esto sería también acabar con el bi-nomio, el juego de dos y su apariencia de cambiar para que no cambie nada.