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Una feminista en la cocina

Tu cara me suena

Estamos viviendo el día de la marmota y nos conformamos. Qué otra cosa podríamos hacer si esta vida no es más que flagelaciones y suspiros

Publicado: 11/02/2019 ·
11:01
· Actualizado: 11/02/2019 · 18:33
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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No sé si les he contado la anécdota de la madre de una compañera del colegio de mi hijo que siempre estaba deseando que llegase el invierno. Un día le pregunté por qué y me dijo que para ponerse el abrigo de pieles. Cuando llegó el frío más contumaz la vi pasar temblorosa y le pregunté por el  abrigo. Para mi sorpresa me confesó…”si no tengo”. La gente es así, se queja de cosas buenas que le benefician y pide por pedir sin saber muy bien lo que está pidiendo, argumentando que todos tenemos boca para usarla. Mis hijos adolescentes abusan de este argumento como si fuera muletilla para todo, pero que lo haga gente adulta me inflama. De los políticos ya ni les cuento. Estamos viviendo el día de la marmota y nos conformamos. Qué otra cosa podríamos hacer si esta vida no es más que flagelaciones y suspiros por un abrigo que nunca existió.

Aburrimiento en Carranza

Los magos de las finanzas (traduzcamos los que tienen nuestros ahorros e hipotecas ganando millones con ello) dicen que la economía es cambiante y que hay que adelantarse a ella, pero ya ven en mi caso les diré que tengo los pies anclados en cemento forjado. Lo intento no crean- cada día- porque quiero evolucionar como los pokemon, pero ya les digo que es misión imposible sin saltos mortales. La vida es ritual manido para los que nos levantamos todas las mañanas y nos encomendamos al metro o los atascos, a nuestros hijos y nuestros padres, salvándonos solo nuestra vocación cervecera para resistir el asalto final,  que está muy bien el Carnaval pero solo se arrima en febrero. Mientras, hay que pagar hasta por respirar porque los magos de las finanzas han apostado nuestro cuello en esa ecuación que a ellos le va a generar mucho dinero. Luego todos iremos en la misma caja de zapatos,  incluido el mago. Todos visitaremos el  Purgatorio que es el no saber lo que hay más allá de no respirar, no ver , ni  hablar porque tenemos boca para usarla.

Se acabaron los corrillos al pie del colegio porque los niños se hicieron mayores. Se acabó el sudor enlatado porque los desodorantes están a un euro y  los olores se camuflan con fragancias que no evocan ni las vacaciones, ni la vainilla. La vida es cambiante porque le da la gana escaparse de entre nuestros dedos artríticos de escribir para que no nos lea nadie, de querer para que no nos entiendan y de cuidar niños que se hacen hombres para que la misma perra se los trague en cuatro bocados sin eructar siquiera. Somos carne de cañón enlatado en balas cárnicas, tremendo obús en mi caso que desordeno la alimentación porque es tangible y no tiene forma de abrigo de pieles, sino de especies inferiores criadas en granjas de engorde. No soy de carne, ni de pescado, sino más bien de series de asesinos psicópatas que la ficción se puede cuantificar y apagar cuando te harta. De los políticos ni les hablo, porque son cantinela repetitiva y aburren, al menos a mí que los dedos se me encasquillan en la recámara de las palabras y la piel de gallina anhela por un abrigo de lana de oveja con que amancebarse tiernamente. Les he confiado mi vida en renglones perfectamente alineados por el Word, con espaciado doble y times new rom. Ahora solo nos queda enhebrar un sueño lleno de anécdotas divertidas sin final previsible, cual serie de miles de capítulos como “Simplemente María” con su playa de verano, con niños en zapatillas y risas( muchas risas) que perfumarnos el cerebro y calentarnos el alma escapista. Lo mismo así engañamos a la vida cambiante sacándole as de la manga como truhán, consiguiendo vaciarla de toda iniciativa. Aunque sea por un rato( o décadas) mereceríamos esa dicha.

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