El tiempo en: Ayamonte

Eutopía

Por la calle Soledad

¿Realmente las vemos? Seguramente, ni siquiera eso. Algunas veces, se muestran nerviosas. Otras, taciturnas, deambulando de un lado a otro de la calle...

Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai

Realmente las vemos? Seguramente, ni siquiera eso. Algunas veces, se muestran nerviosas. Otras, taciturnas, deambulando de un lado a otro de la calle, de esa avenida inhóspita, o de ese polígono sin alma.  Ahora, la humedad de la noche, les recorre y les cala, sin contemplaciones, el cuerpo, el rostro, las manos, y lo más profundo de su sentido existencial… La frialdad que llega a lo más alto de cualquier cumbre, se refleja, en la mirada de las personas que somos espectadoras. Inmutables, con una absoluta lejanía del dolor ajeno, pasamos de largo, nos retiramos… Quizás, nos hemos acostumbrado a que estén presentes en las esquinas sórdidas de nuestras ciudades, en establecimientos deshumanizados, que se convierten en férreas jaulas con luces de neón, o en pisos apartados de las sospechas del acomodado y temeroso vecindario. ¿Qué nos ha pasado? Apenas nos cuestionamos las causas y las consecuencias de la prostitución y de la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. Apenas nos ponemos en el lugar, de las mujeres que están siendo humilladas. Apenas nos damos cuenta de que, su derecho a una vida digna, ha sido truncado por redes sin escrúpulos, por intereses económicos tan viles como los seres  y los poderes que los promueven. Casi nunca las comprendemos.. Y casi siempre, las calificamos, con la palabra desacertada, con las ideas preconcebidas y negativas, con la indiferencia. Las reducimos a una palabra despectiva, a un insulto, a cuatro letras que las marginan con el desprecio gratuito. Son las víctimas, de quienes las denigran, convirtiéndolas en mercancía con la que traficar. La ONU, en el Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata, define esta problemática, como la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción; al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad. También la declara, como la tercera actividad ilegal más lucrativa del mundo, siendo las otras, el tráfico de armas y de drogas. Igualmente, el Dossier Nuevas Esclavitudes del Siglo XXI de la Agencia FIDES, menciona que no existen medidas contundentes para frenar su incremento. Las Mujeres, menores o no, son reducidas a ser carne de cañón de un negocio sumergido que mueve miles de millones de euros anuales. Son transformadas en capital financiero para las asociaciones criminales. Las diversas fuentes y los datos que van saliendo a la luz son escalofriantes. Se habla de millones de mujeres y niñas, las que están sometidas diariamente, a esta tragedia. La telaraña que gira en torno a estas manifestaciones de las violencias machistas, las explota y las esclaviza. La ciudadanía, en su mayoría, nos distraemos con discursos secundarios, en opiniones pueriles, en una desinformación que llega a ser un disparo a los valores. No aceptemos, señalar siempre a las mismas. Es intolerable, justificar lo que nos sitúa a las mujeres en la cosificación absoluta. Aunque sea sólo un segundo, pongámonos en su piel… ¿Podríamos soportar los excesos, las violencias, el asqueamiento de sobrevivir una y otra a tanta vulnerabilidad? No juzguemos a las víctimas. Actuemos.  n

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN