Cuando Jesús de Nazaret dijo aquello de “haced esto en conmemoración mía” se refería a compartir el pan y el vino, alimentos comunes en la historia del Mediterráneo. El relato de los evangelios, exceptuando el de Juan, ejemplifica uno de los pilares de la fe católica que se ritualiza en la misa, mediante la consagración que pretende convertir X en Y, imponiendo las manos del sacerdote varón, el único que puede realizar la prodigiosa transmutación.
En un sorprendente y extenso libro, Yuval Noah imparte 21 lecciones para el siglo XXI. Y pueden calificarse todas ellas de interesantes, ya que el conjunto de conocimientos y la capacidad para reflexionar sobre los asuntos tratados es insólita, por lo profunda. Dedica la lección 20 al Significado. Presentando en ella un apartado titulado “Hocus Pocus y LA INDUSTRIA DE LA FE”. Su lectura es más que recomendable porque de manera lógica va establecido la relación entre el rito y la realidad que pretende suplantar, así como toda una filosofía sobre el sacrificio y su conexión con el reforzamiento de las creencias que lo promueven y justifican. Un círculo que se retroalimenta y que sostiene el funcionamiento del negocio de las religiones o las adhesiones inquebrantables hacia símbolos de tela, canciones, ídolos, cetros o coronas que han provocado las mayores sangrías de la humanidad.
Llega, como cada año, un tiempo en el que esta tierra se llena de olores a flores, ceras que arden e incienso. Un tiempo de tambores y cornetas, de repiqueteos y ritmos cadenciales que acompañan las “estaciones” de penitencia. Porque de penitencia se trata. De redimir los pecados. De acercarse a la “gracia” pedida, recibida o deseada. Pocos lugares en el mundo se aprestan durante una semana entera a conmemorar hechos que ocurrieron hace más de 2000 años. Y la conmemoración no es gratuita, ya que mueve posiblemente algo más del 5% del PIB del Estado. Eso en términos económicos, porque si de energía humana se trata el impacto es muy difícil de cuantificar, tanto por la intensidad como por la naturaleza de la energía aportada.
Y este inmenso costo está justificado precisamente porque se hacen sacrificios. Cuesta dedicar tiempo y dinero para que los eventos se realicen, para que cada cosa esté en su sitio, para que el ritual se celebre como “dios manda”, como siempre se ha hecho… En esta semana “santa”, la relación entre el rito y la realidad es directa, ya que se materializa la fe de millones de personas, que pasan del A al B mediante la aplicación de toda una filosofía sobre el sacrificio. De esta forma quedan reforzadas las creencias porque el sacrificio las justifica. Si no sirviera para nada, tanto esfuerzo, tanto sacrificio ¿Tendría sentido el hacerlo? Pero, aún sin obtener nada, siempre hay quien considera que eso es “culpa” de uno mismo, porque no se ha sacrificado lo suficiente. Te pongas como te pongas el ritual está tan perfectamente diseñado que al final la gracia no es concedida porque la culpa siempre es de uno o de una.
Fdo Rafael Fenoy