Leí recientemente que las personas bilingües tienen menos posibilidades de padecer afasia. Esa incapacidad de comunicarse por medio de la palabra que suele ser fruto de un daño cerebral por traumatismo, ictus, etc. No será mi caso, me manejo muy mal en los idiomas, pero no es por preocupación por padecerla por la que la trato. Creo que hay muchas maneras de perder la capacidad de comunicarse por la palabra. Pequeños que después de un trauma dejan de hablar sin que haya un problema fisiológico. También los mayores dejan de hablar sin que estén imposibilitados para hacerlo. Hay muchas personas ya, que no han llegado a conocer la Guerra Civil española o el franquismo. Sin embargo, en sus familias si hay personas que vivieron esta parte de la historia de España. Son aquellos y aquellas que dejaron sin nombrar y sin contar sus vivencias traumáticas como forma de exorcizarlas. Como si de esa manera se alejara para siempre la posibilidad de que se repitieran. Lamentablemente no es así, el poeta Miguel Hernández, que murió encarcelado por el bando fascista, ha sido represaliado después de muerto. Se han retirado sus palabras del cementerio de la Almudena. Se borró de la historia durante cuarenta años y ahora en democracia vuelven a eliminarlo.
Dónde quedaron los nazis una vez acabada la guerra. Algunos fueron juzgados y ajusticiados. Al poco, la mayoría de los encarcelados quedaron libres. Muchos huyeron a otros países y otros se quedaron en Alemania, como si no hubieran sido lo que fueron porque se construía una nueva nación que en su período democrático abominó de su historia. Ha habido un período largo y silencioso de los sentimientos nacionalsocialistas, del orgullo se paso a la vergüenza de tener familiares nazis. Pero en las capas subterráneas de la sociedad se arrastraba la temida serpiente gamada. El pasado veinte de febrero, en Hanau, un hombre entró en dos bares frecuentados por inmigrantes abriendo fuego y causando nueve muertos y cuatro heridos. Después se fue a su casa, mató también a su madre de setenta y dos años y se suicidó él. Las palabras de la canciller Merkel no pueden ser más idóneas: “El racismo es veneno”. Un veneno que estaba silenciado, pero no muerto.
Son heridas ambas mal cerradas, dispuestas a echar pus, a la primera oportunidad.El alzhéimer va sumergiendo en el silencio a los que lo padecen. No puedo olvidar a una querida escritora, Carmen Laforet, autora de la muy famosa novela “Nada”. Durante muchos años quiso separarse de su marido, cuando lo consiguió fue bajo una condición que él le puso: no hablar de él, ni de su matrimonio. Esa imposición de callar se convirtió en una imposibilidad de hablar.