En diciembre de 2010, años después de que empezara la durísima crisis internacional, el Ayuntamiento de Málaga adquirió la manzana del cine Astoria a precio de una burbuja inmobiliaria que ya había estallado años atrás. Hoy, muchos tenemos claro que Paco de la Torre no fue quién decidió comprar; se vio obligado a ello: de ahí los cerca de 30 millones que todos los malagueños y malagueñas pagamos a Baensa por lo que hoy es un solar de 1.365 metros cuadrados con un yacimiento arqueológico que ningún promotor querría tener.
Para justificar aquel trágala se orquestó una gran campaña propagadística con diferentes argumentos: que si aquello era un emplazamiento 'emblemático', que si tendría un edificio también emblemático, un 'museo de museos', un Guggenheim, un mercado gourmet... casi debíamos alegrarnos y sentirnos agradecidos al alcalde por hacer aquella compra con la que, por fin, encontraban sentido nuestras vidas.
Olvidados los anteriores tropiezos —o falsos proyectos—, el alcalde tuvo la ocurrencia de hacer un concurso de ideas a medida de nuestro también emblemático actor 'jolibudiense' para que hiciera un también emblemático centro cultural. El resultado ya lo conocen: tras las críticas por las descaradas y alegales formas del sospechoso procedimiento, nuestro egregio figurante dio un estruendoso portazo con un texto en el que daba coces a sus supuestos odiadores que olían a corrala.
Diez años después, empezamos a ser conscientes que 'invertimos' un disparate de dinero por un solar del que ya se conocían la existencia de sus yacimientos. Como también es fácil adivinar que los hubiera en el túnel de Nuevo Mundo, a escasos metros del Astoria, dode es más que posible que el tándem Villalobos-De la Torre los ocultaran a la opinión pública para que no se paralizara una obra que era su propia campaña electoral en 1999.
Dejando de lado que tengamos una 'concejala del ramo' pusilánime que solo aspira a que el PP la meta en listas en 2023 y que al alcalde le crezca su circo de enanos, con una inefable asesora que pide al sector cultural de la ciudad que le haga la guerra a quien la nombró; harían falta muchos programas para explicar el agujero negro del Astoria y, aún así, algún fiscal de la ciudad de Málaga no se atrevería a investigar al jefe de su cónyuge.