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Lunes 11/11/2024
 

La crisis en Islandia

Ya es raro que Islandia salga en los periódicos. Pero que encima salga porque está en la ruina, es para nota. En general, en España se sabe poco de este país. Los datos sobre Islandia llegan, para la inmensa mayoría, a través de documentales y reportajes televisivos...

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Ya es raro que Islandia salga en los periódicos. Pero que encima salga porque está en la ruina, es para nota. En general, en España se sabe poco de este país. Los datos sobre Islandia llegan, para la inmensa mayoría, a través de documentales y reportajes televisivos. Siempre lo mismo: los géiseres, mucha nieve, mucho frío, mucho aburrimiento, mucho salmón y el parque nacional Jökulsárgljú fur. Borges (cómo no) escribió cosas sobre las letras islandesas antiguas en el capítulo dedicado a Escandinavia de su colección de ensayos Literaturas germánicas medievales; y también abordó el tema en el texto titulado Las kenningar, incluido en La historia de la eternidad. En 1955, un escritor islandés, Halldór Laxness, logró el Premio Nobel de Literatura, pero no voy a decir nada de él porque me consta que el público está harto de leerlo y en las librerías sigue habiendo bofetadas para conseguir sus libros.

Bromas aparte, lo que sí se sabía de Islandia (304.367 habitantes) era que se trataba de uno de los países con más alto nivel de vida del planeta: a nivel mundial ocupaba el quinto puesto en PIB per cápita y el primero en desarrollo humano. Pobreza: cero; paro: cero; riqueza: alta y muy bien repartida, y todos los etcéteras de la magnificencia que puedan imaginarse. Pues bien, allí el panorama ha cambiado de forma dramática con la coña de la crisis económica.

Lo de la ruina que ahora padece la isla (un Estado en bancarrota) no ha sido cuestión de ayer para hoy. Ya en 2003 se propició en Islandia, en sintonía con la tendencia ecuménica imperante, un modelo de mercado de baja regulación, así como una fuerte oleada de privatizaciones. Los tres principales bancos islandeses, el Kaupthing, el Landsbanki y el Glitnir, se envalentonaron y dieron el salto al ámbito internacional. Se organizó un gaudeamus especulativo que duraría hasta que el sistema financiero entró en fase de derrota; entonces se acabó la liquidez y la catarata de deudas se convirtió en un enorme marrón que el Banco Central (Sedlabanki) no es capaz de tragarse debido a sus evidentes limitaciones. La banca y la moneda están por los suelos; la inflación experimenta una fuerte subida y el mercado de valores se hunde. En octubre pasado hubo una elevación de los tipos de interés (hasta el 18%) a consecuencia del desplome de la corona islandesa. En 2006 ya se había acuñado la expresión Efecto Islandia como exponente del mecanismo de quiebra que se estaba gestando.
En el Reino Unido están muy angustiados con el caso de Islandia. Y tienen motivos para ello. Hasta el escenario escogido por Julio Verne para iniciar su novela Viaje al centro de la tierra, corrieron los británicos (desde bancos y empresas hasta ayuntamientos, droguerías y refinos) en busca de unos tipos de interés ciertamente atractivos. Muchos ahorros de la pérfida Albión se alojaron, por dicha causa, en ese buque fantasma del Atlántico Norte que, en este momento, constituye una importante amenaza para la hacienda de bastantes súbditos de Su Majestad.
El FMI ha concedido a Islandia un crédito de más de 2.000 millones de dólares. Acuden también, para salvarla, sus cuatro primas nórdicas (Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia), las cuales enviarán, entre todas, 2.500 millones de dólares. Islandia, eso sí, se encuentra en la actualidad más animada que nunca: manifestaciones multitudinarias de protesta contra el gobierno, asaltos de edificios, huevazos, tomatazos, la policía pegando palos a diestro y siniestro, detenciones y heridos. El mensaje del Fondo Monetario Internacional, emitido hace apenas una semana por boca de su economista en jefe Olivier Blanchard, no fue nada optimista. Se insistió en que lo peor está aún por venir.

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