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Viernes 22/11/2024
 
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Sindéresis

Escoria

Y me dice que el otro día a una amiga más joven que ella, de once años, un viejo le dijo por la calle que tenía un buen culo.

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Estoy persuadiéndome con la idea de que, quienes quieren naturalizar una cosa tan intrusiva y maleducada como el piropo, lo hacen porque desean mantener la patente de corso para usar a mujeres y niñas como quien usa la portada del Interviú que no se puede comprar. Es una manera de poseer como otra cualquiera, un amago, una interrupción de la indemnidad sexual, un coger el culo sin tocar, que anda a muchos kilómetros de ser inofensivo.

Cuando voy con mi hija por la calle a veces ando más rápido que ella, cosa que voy a tener que dejar de hacer por lo siguiente: me doy la vuelta, y como un puñado de hombres escoria no la relacionan conmigo, la miran como si fuese cosa suya. Es obvio que saben que lo que hacen es lascivo y, por tanto, detonante de un riesgo para sus integridades físicas, porque, a la que me vuelvo, y los descubro babeando de esa manera, miran hacia otra parte, disimulan. Ese es el punto exacto en que no puedes demostrar nada, pero sabes todo lo que necesitas saber: que, si no te hubieras vuelto a tiempo, o si fuera una hora más oscura del día, la situación para mi hija se habría vuelto desagradable. Entonces sigues mirando, a ver si alguno se anima a preguntarte qué miras para poder devolverle la pregunta y acercarte, y darles lo que el mundo necesita que reciban… pero ahí está tu hija, que no necesita más mierda por ese día aparte de haberse dado cuenta de lo mismo de lo que yo me he dado cuenta, que no necesita más orangutanes ni violencia.

Y me dice que el otro día a una amiga más joven que ella, de once años, un viejo le dijo por la calle que tenía un buen culo. Esto debe ser gente nacida de un huevo, caída del escroto de un violador en potencia, gente para poner en un zoológico de cara a la pared, y que entre el panda macho, y se interese por ellos. A esta gente, queridos hombres heteros blancos dominadores del cielo y de la tierra, si hace alguna broma de ese tipo delante vuestra, si dice algo a alguna niña, si dice que le ha dicho algo a alguna niña, me hacéis el favor de escupirles a la cara. Y se hay pelea, que la haya. Realmente, pocas cosas más importantes tenemos que hacer que crear un círculo de fuego en torno a la infancia y a la indemnidad sexual de las mujeres.

Y si no lo hacéis, sois escoria. ¿Para qué estáis reservando los cojones? ¿Para esa proverbial afrenta máxima contra vuestra hija, hermana, mujer o madre, que a lo mejor nunca os va a contar porque sabe de qué madera estáis realmente hechos, y qué tipo de gracias reís a otros hombres? No hace falta llegar a tanto, paisano. Seguro que un par de veces por semana escucháis un conato de, un “me la follaba”, un “no veas la ropita que lleva”, un “qué buen culo tienes”. Seguro que estabais allí, mirando a mi hija, porque no era la vuestra. Pulsiones que se crían y se amamantan en los amplios salones de los frustrados, que si las femen son esto, que si la ministra es lo otro, que si ya está bueno con el feminismo. Pero a ver cómo lo digo para que se me entienda, reata de cerdos: no os merecéis la leche que mamasteis, porque intentando proteger vuestra parcela de poder frustrado, protegéis a abusadores y pederastas.

Vuestra boca es veneno, vuestra mirada es una polla fuera, molestáis, estropeáis infancias, fabricáis resentimiento y, lástima, os arriesgáis muy poco para conseguirlo. Luego os escandaliza la procesión del Coño insumiso cuando sería de vosotros de quienes abjurarían los santos y las cien Vírgenes María de vuestro pueblo. Y, por cierto: ¿qué os asusta de un coño si no paráis de intentar adivinarlo a través de la ropa de perfectas desconocidas? ¿Queréis tener la libertad de molestar a una mujer o a una niña cuando os venga en gana por el simple hecho de que la deseáis y no podéis? ¿Y de verdad que no os dais vergüenza? En el mundo de las relaciones sexuales, sois la parte desechable, el polvillo que hay que barrer, la esquina que nunca se limpia pero tampoco sirve para nada, lo que sobra pero molesta; lo dicho, escoria.  

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