Sobre cartón duerme la luna. Una luna llena como la que estos días hemos disfrutado. Resplandeciente, esperanzadora y eterna para los que venimos observándola de cerca.
Cada pálpito, menguante, creciente y hasta eclipsada, en un juego malabar caprichoso e irremediable de esta ruleta matemática de giros y ordenación astral, nuestro planeta más cercano brilla ´desconsolada´ como queriendo acompañar a quienes, sobre cartón también, soportan el rigor de esta sorpresiva e inmediata variación termométrica.
La inmediatez de las cosas, por sabidas, comprobadas y hasta aciagamente reiteradas, no nos sirve de aprendizaje en la mayoría de las ocasiones. Antes bien, solemos parecer recién nacidos frente a lo que la experiencia podría dictarnos y el sentido común nos avanza.
Pero al igual que la luna en su devenir constante acierta a metamorfosear su aspecto, evocando variadas y multifacéticas caras, emociones y estados, por circunstancias ajenas a su perenne equidistancia, rotación y eje, la verdad de las cosas también suele metamorfosearse en función de agentes externos y en muchos casos llenos de nubarrones.
Sobre cartón duerme quien no tiene techo. En cartón también se embalan ilusiones, mercancías y carpetas de dictados que no dictan nada, dejando sin resolver esa inmediatez fría, invernal, donde la esperanza, al contrario que nuestra amiga luna, parece decaer en vertiginoso declive de difícil frenado.
La verdad solo tiene una cara. Más o menos oculta; más o menos presente; más o menos equidistante de los diferentes puntos de vista desde los que, cual cristal de múltiples colores, puede ser observada: Quien no tiene pan…no come. Quien no tiene abrigo siente frio. Quien no tiene libros no lee y quien no tiene trabajo no puede vivir y sobrevivir en este mar de palabras, idas y venidas, críticas y aciertos, rencores y controversias que lejos de apaciguar, se convierten en ´oposiciones particulares´ y ostentación de poder.
La verdad se muestra cruda, fría, indigente a veces, entumecida de tanta desatención, sumida en la caprichosa situación, también matemática, de cuadre de números, cuando en realidad no depende, no debe depender del acierto o desacierto en aplicar la norma, sino del consenso más urgente, inmediato, obligado casi, de quienes tienen en sus manos poner los medios que atienda, en justicia, lo que la perentoriedad reclama.
El consenso pasa por la participación prismática de todas las caras del cristal, de aquél poliedro de colores que supone las variadas formas y matices desde los que se puede observar el astro, satélite o planeta que nos alumbra; esto es, someter a la opinión y acuerdo del colectivo de representantes ciudadanos la situación en la que se encuentra el área de servicios en su puesta a punto y normalización.
Aludiendo como solemos hacer a la palabra, ésta se viste de rigor, más que en otras ocasiones, para clamar que se le atienda.
Transparencia solo tiene un significado irradiado de claridad, cargada de evidencia y que se puede comprender sin duda ni ambigüedad. Si de transparencia se trata, todos los datos y medios a través de los que se pone de manifiesto, han de ser participados de forma generosa, sin cortapisas y sobre todo, en un acto de virtud, sometidos a la duda del equívoco en su aplicación, para ser revisados y corregidos si fuera necesario desde un ánimo mancomunado.
Mientras sigue el frío, el tiempo congelado, el cartón perenne como sobremesa de la ilusión desmembrada de quienes también – con todas las palabras – han sido protagonistas directos de un gramo de evolución, crecimiento y desarrollo de nuestro colectivo ciudadano con su trabajo esmerado, poniendo en juego años de experiencia, cualificación sobrada y resultados evidenciados por los propios depositarios.
Lo sectorial no engloba. Lo partidista no discierne. La equidad no se viste de siglas y la transparencia, en su aplicación, no admite nubes ante su diáfano y meridiano significado.
La inmediatez que requieren ciertas decisiones, están por encima de la estratosfera política que no suele entender - mal entendida - que el buen gobierno pasa por acuerdos colectivos frente a desacuerdos de sustancia personal o partidista.
Ánimo, sean valientes, rectifiquen, compartan, pregunten, colaboren en aquello que fuera necesario para que lo que amenaza jornadas de demora y oscuridad, goce de las inmediateces de la que depende un buen número de personas.