La procesión del Santísimo Cristo del Perdón estuvo marcada por su silencio inicial en señal de duelo por el atentado en Bruselas
La procesión del Santísimo Cristo del Perdón convirtió el atrio de la Basílica Menor de Santa María de la Asunción en un remanso de silencio pese a la ingente cantidad de personas que se agolpó en el entorno parroquial. Silencio por partida doble: por el atentado terrorista de Bruselas y por el respeto que la presencia de Cristo bajo el pórtico de su morada despierta entre los creyentes y admiradores de la estética cofrade. Cristo, crucificado, expira en el madero ante la mirada altiva de su Madre, María Santísima de la Piedad, y el eterno escribano que es San Juan Evangelista toma nota de la escena. La imagen se repitió en el corazón cofrade de Arcos, sobre un paso tan dorado como las luces que le asaltan por el camino hasta emprender el regreso al templo por la plaza Rafael Pérez del Álamo, la recoleta Romero Gago y la orgullosa calle Alta. Si bien los esfuerzos de la hermandad, en cuanto a su patrimonio, se han centrado durante los últimos años en el dorado del paso, aún la tarea está incompleta por su envergadura económica, teniendo en cuenta que ahora las corporaciones cofrades tienen otras prioridades como la caridad con el prójimo.
La trilogía caminó a ritmo de sus costaleros, dirigidos una vez más por Raúl Zarzuela y Damián Márquez, sus todavía jóvenes capataces; sobre un friso de claveles rojos que realza aún más ese imponente paso de radiante –casi chirriante- color oro.