El itinerario del traslado fue variado por un desprendimiento de tejas en la calle Gato
Al final sí vinieron los legionarios al Miércoles Santo de Antequera, aunque no llegaron a entonar el himno del ‘Novio de la Muerte’ durante el tradicional traslado que realizan por la mañana del Cristo del Mayor Dolor desde su altar hasta el trono. Una veintena de gastadores se congregaron el Miércoles Santo a las puertas de la iglesia de San Sebastián -templo de la Cofradía del Mayor Dolor-, acompañados por centenares de vecinos expectantes por conocer el devenir de los acontecimientos. “No van a cantar”, preguntaba extrañada una joven, mientras observaba como este año el traslado de la imagen había variado también su itinerario, ya que el callejón del Gato (paralelo a San Sebastián) permanece cortado tras el derrumbe de parte del mobiliario de la colegiata en las últimas semanas. “Ha sido un traslado muy recogido y emotivo. De hecho, este mismo sentimiento es el que impregna todo el desfile pasional de esta noche, en el que los legionarios, por primera vez, custodian al Cristo en el lugar de abrir el cortejo”, explicó minutos antes de la salida procesional la hermana mayor de la cofradía, María Trinidad Calvo. Y así fue. Los legionarios, cual cuerpo militar ‘protector’, acompañaron en sus laterales la talla de Andrés Carvajal durante todo el recorrido procesional, que contó este año con una salida especialmente emotiva, ya que por primera vez ambos titulares iniciaron su desfile desde la puerta principal de San Sebastián, la que da acceso a la plaza que ostenta el mismo nombre de la iglesia.
El manto de claves rojos del trono del Cristo del Mayor Dolor destacaba a la luz de las farolas de manera incandescente, como anunciando su despedida para el próximo año. “En 2010 ya tendremos lista la peana sobre la que se alzará la imagen, y ello provocará que el adorno floral quede reducido”, continúo la hermana mayor.
Abriendo junto a la cruz guía el desfile, la banda de cornetas y tambores de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Alhaurín hacía retumbar con fuerza sus instrumentos. Los legionarios tocaban lo propio con su banda. Y ya por la noche sí que cantaron, despertando los aplausos del público congregado a las puertas de la iglesia durante el encierro. Madre e hijo se encontraron. La despedida fue igual de intensa.