Alberto Campo Baeza no dedicó ni una sola palabra a su obra en su intervención de agradecimiento tras recoger el
Premio Nacional de Arquitectura 2020 en el Oratorio de San Felipe Neri.
El discurso de Campo Baeza giró, desde su principio al fin, en torno a la
importancia de la ciudad de Cádiz en su vida.
El galardonado
rememoró su infancia en el colegio, con los marianistas, junto a la iglesia donde se celebró la ceremonia, y
recordó a sus padres, especialmente a “don Juvencio”, un “cirujano excepcional que fue médico de los pobres y de los obispos” en Cádiz, “ciudad romana” por gracia del emperador Augusto. Con su padre, aquí, en la localidad, en la
cripta de San Francisco, reposará, tal y como confesó, cuando muera.
“Gracias, gracias, gracias”, repitió al final de su intervención y, con
humildad, aseveró que no era merecedor del premio más que por la generosidad de quienes lo otorgaron porque, a sus 75 años,
“aún aprendo”.
La
ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez Jiménez, destacó, por su parte, que este Premio Nacional de Arquitectura reconoce a un maestro de la arquitectura
“sencillo”, que a lo largo de su dilatada trayectoria ha demostrado su
libertad, su independencia y su coherencia y ha sido, además, apasionado de la docencia como “pilar de una sociedad mejor”.