En una intervención de veintiún minutos, el tiempo en el que, según los expertos, el cerebro humano mantiene su máxima atención, el médico manifestó que no existe un solo tipo de inteligencia, sino nueve, en función de lo que cada uno necesita para comprender, caso de la naturaleza, la reflexión o la música, entre otros ejemplos.
“La clave de toda la transformación educativa será entender que si un niño no aprende no será por que no sea inteligente”, sino por que no se le habla de la forma correcta, explicó.
Aseguró que cuando una persona se siente inspirada a aprender y “se compromete” con el aprendizaje, “empieza a cambiar su cerebro”, y ello hace que sea más creativo, por lo que “la reinvención del cerebro humano -ha añadido- es una realidad independientemente de tu edad”.
En cuanto a los elementos que “entorpecen” el aprendizaje, el neurocientífico comentó la manera en la que se gestiona el error en una cultura “llena de sentimientos punitivos”, pues dicha “sensación de amenaza” puede tener efectos “muy serios”.
También aludió a la tensión, que es necesaria en “un punto”, pero a partir del cual decae el aprendizaje, y la falta de apoyo.
Si una persona se siente apoyada, su cuerpo segrega una hormona que tiene la capacidad de bloquear en las amígdalas cerebrales el núcleo del miedo que le “paraliza”, refirió.
Por ello, animó a todas las personas a que crean que son “profundamente inteligentes”, a desplegar su potencial, sin importar “lo que hayan dicho” otros porque, manifestó: “Lo importante es lo que está dentro de cada uno de nosotros”.
Bajo el lema “El ser creativo”, el I Congreso de Mentes Brillantes congregará hasta el próximo sábado en Málaga a veinticuatro líderes mundiales de opinión, entre ellos el mexicano Mario Molina, premio Nobel de Química en 1995.
MENTES BRILLANTES
La forma en la que nos comportamos influye en la persona de quien nos enamoramos y la infancia tiene un papel “muy importante” en la elección de la pareja, según la antropóloga neoyorquina Helen Fisher, que ha conducido un extenso estudio sobre la evolución, la expresión y la ciencia del amor.
Mientras que el enamoramiento activa los niveles de la hormona dopamina de una forma similar a “la sensación que uno tiene al consumir cocaína”, el rechazo amoroso produce “los mismos patrones” que el dolor.
Durante su intervención en el primer congreso de “Mentes Brillantes”, que se celebra hasta el próximo sábado en Málaga, Fisher señaló que el amor es “sobre todo un impulso”, una necesidad para “centrar la energía de reproducirse”.
Sobre las diferencias entre las personas que se acaban de enamorar y aquellas que se aman tras una larga relación, indicó que en el primer caso hay unas zonas del cerebro activadas de tipo ansioso, que desaparecen con el paso del tiempo y dejan lugar a otras relacionadas con la calma.