De la emoción al hundimiento, de la expectación a la tristeza más profunda. En pocos minutos, demasiado pocos, la afición cadista pasó de un estado a otro sin que sus jugadores pudieran hacer nada por remediarlo.
Dos goles madrileños en apenas media hora dejaron claro que esta no iba a ser la eliminatoria del Cádiz CF, un equipo que necesita el ascenso como el aire que respira. La supervivencia del club gaditano pasa en gran medida por jugar la próxima temporada en Segunda División A, pero en esta eliminatoria es impensable creer que se conseguirá. El filial del Madrid jugó con el equipo amarillo, marcó dos golazos y se relajó en la segunda mitad con la tarea hecha, aunque terminó marcando otro gol que dejó en entredicho a la defensa cadista.
Dos semanas de entrenamientos a puerta cerrada no sirvieron para nada al Cádiz, tan previsible como poco arriesgado. Habiendo confeccionado un banquillo sin apenas soluciones atacantes, Jose González sólo realizó un cambio, pero darle minutos a Juanjo con 0-2 a costa de retirar a Akinsola fue nuevo un cambio de cromos sin más, una sustitución de hombre por hombre. Da igual que el Cádiz tenga delante al Villanueva en un campo sea estrecho y malo o que juegue en el Carranza ante un rival de alto nivel, siempre es lo mismo. Y ante el Castilla lo pagó.
Apunta el compañero Jose Vilches (Diario de Cádiz) que “lo más lógico es pensar que Jose González optó en su día por hacerse delantero para ser el primer hombre del equipo en defender; el entrenador gaditano ofreció su versión más conservadora ante el Real Madrid Castilla”, añadiendo que “la apuesta, que le saldría mal, fue dar el balón al Castilla y esperar agazapado en su campo en busca de una contra que pudiera poner el marcador a su favor”. ¿Hay algo que le vaya mejor a un equipo de jugones que regalarle el balón?, se pregunta el aficionado cadista.
“El Cádiz había cedido la bola desde el inicio y los cachorros de Mou mortían la mano que les permitió jugar”, opina José María Aguilera (La Voz), explicando el cambio de delanteros porque “al técnico le falló el Plan B y apostaba por el A, un sinsentido que ilustraba el desconcierto del equipo; sería el único cambio porque el banquillo estaba destinado a defender un resultado y no a voltearlo”.
Defender es lógico, pero no convertir ese objetivo en una obsesión que atenace el ataque propio. Ahora toca atacar más que nunca, pero parece que ya es demasiado tarde.