Los autores del estudio –que la revista Nature publicará esta semana en su número dedicado al 200 aniversario del nacimiento de Darwin– explican que en la última década se había aceptado que las secuencias de ADN de hombres y chimpancés, los parientes vivos más cercanos de los humanos, sólo diferían un 1,24%.
La investigación, en la que han participado dos científicos españoles del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), demuestra que ese porcentaje es incorrecto y que puede ser hasta diez veces superior.
El investigador Tomás Marqués-Bonet, del IBE, ha coordinado este equipo internacional, dirigido por Evan E. Eichler, de la Universidad de Washington (EEUU), junto a Arcadi Navarro (ICREA-IBE).
Navarro ha recalcado en declaraciones a Efe que las diferencias detectadas ahora no son puntuales sino “elementos funcionales, genes completos que unas especies tienen y otras no”.
La clave de este descubrimiento ha sido el estudio de las llamadas duplicaciones segmentales, fragmentos de ADN repetidos a lo largo del genoma, que hasta hace poco tiempo eran difíciles de distinguir por lo que no se tenían en cuenta, y se optaban por estudiar los genomas más fáciles de individualizar.
“Se sabía que existían pero eran difíciles de estudiar, los científicos buscamos donde nuestro conocimiento y la tecnología permite”, argumenta Navarro para explicar este giro en las investigaciones.
Ha sido el estudio de las duplicaciones de todo el genoma de cuatro especies de primates –macacos, orangutanes, chimpancés y humanos– lo que ha permitido este avance con el que se ha elaborado el primer catálogo específico de las regiones del genoma.
Estas regiones ofrecen novedades evolutivas, equivalentes a los cambios que se dan en las diferentes ediciones de un mismo libro. Las diferencias son “radicales” en la biblioteca de cada especie: colecciones completas de libros que unos organismos tienen y otros no.