"Lo que se vive en el hospital se podría comparar a una guerra, o al menos a sus secuelas”. Nos habla una profesional sanitaria del Hospital Universitario Puerta del Mar. Ha vivido la pandemia desde el comienzo y nos confiesa que su sensación en estos momentos es de “derrota total”. “Es un agotamiento mental y físico, porque te duele el alma, te duele el cuerpo… te duele todo”.
El pasado mes de marzo, apenas diez días después de que decretaran el estado de alarma, el Puerta del Mar contaba con menos de cincuenta pacientes ingresados por Covid-19, cinco de ellos en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Actualmente el centro acoge a más del doble de personas con coronavirus y en la UCI permanecen 16. Una situación que se ha desbordado en las últimas semanas.
“Es algo en lo que te empleas al 150%, tienes la impresión de que estás solucionando algo pero al final no se soluciona nada. Después llega otro paciente y te ocurre lo mismo, después otro y otro… y finalmente tienes la impresión de que no estás haciendo nada”, relata esta trabajadora. En su voz se puede notar precisamente ese cansancio tanto físico como emocional del que nos hablaba al principio.
Y es que los pacientes mejoran o empeoran “en cuestión de horas”. Actualmente la UCI está íntegramente compuesta por más de cien pacientes con el virus. Nos explica que antes de esta tercera ola “teníamos pocos pacientes Covid y trabajábamos también con otro tipo de enfermos” por lo tanto “había una especie de punto y aparte entre un turno y el siguiente, algo que te daba fuerzas para volver a entrar de nuevo”.
Cuando esta trabajadora sanitaria sale a la calle mira el entorno desde su prisma y ve comportamientos que no están bien, cambia su trayectoria para no pasar por lugares que sabe que están más concurridos o se dice que ‘eso o aquello’ no debería estar ocurriendo. “¿Con qué ganas voy yo a trabajar cuando veo cómo están las cosas fuera? Cuando me pongo el EPI pienso que estoy dando parte de mí en una situación donde los demás no hacen nada por evitar esto”.
Reflexiona también sobre la falta concienciación de algunas personas, porque, a su juicio “no es el Gobierno quien debe decir qué puedes o no hacer, eres tú el que tiene que poner los límites. Se está echando la culpa a quienes no ponen las restricciones más duras, pero una persona adulta sabe lo que debe y lo que no debe hacer”.
Su impresión personal con “la gente del exterior”, —a quienes llama así porque siente que el personal sanitario del hospital vive en un mundo totalmente distinto— “es de responsabilidad nula; porque muchos no son responsables hasta que se lo prohiben”.
Antes de que terminemos de hablar ella vuelve a incidir en que “esto es como una guerra” que va a tener “un montón de secuelas físicas y psíquicas para el personal sanitario”. “Yo soy una persona fuerte y me está tocando”, señala “pero hay gente que lo está pasando francamente mal, con crisis de ansiedad, con enfermedades que son psicosomáticas porque es una cadena que acaba repercutiendo en lo físico. A día de hoy, que sí disponemos de material, tenemos la coraza por fuera, pero la de dentro está tocada”.
También hablamos con José Dominguez; es sanluqueño y trabaja como celador en Cuidados Intermedios Respiratorios del hospital gaditano. Curiosamente coincide con su compañera en la comparación con un escenario bélico. “No es normal el número de personas que están entrando con covid, no hay día que no haya positivos”. Reconoce que la situación la afronta cada día, al igual que sus compañeros, “porque lo hemos asimilado y tenemos que estar al pie del cañón con los enfermos”, aunque cree que “la gente en el exterior no es consciente de la gravedad del asunto”.
Desde su puesto en primera línea de fuego aconseja a las personas “que sean conscientes, sigan las medidas de seguridad y se olviden por un tiempo de las reuniones, porque si ellos no paran los golpes van a seguir viniéndonos por todas partes”.
El personal sanitario lleva meses enfrentándose a la cara más dura de la pandemia. Y donde la mayoría ve números y porcentajes en alza, ellos ven personas que dejan de vivir día tras día.