La cultura ha sido desde siempre el hogar de los que sueñan y de los inconformistas , porque navegan por un mundo de representación de la realidad que nos contiene. La cultura, en tiempos de pandemia, debería ser el faro que nos alumbre y otros lugares que nos habiten. Aunque también, una manera de cambiar la realidad. Cádiz ha sido uno de los pocos lugares en los que se han podido celebrar actos culturales de calado, como el FIT, o la Feria del Libro. Tras este trabajo se encuentra un equipo encabezado por la concejala de Cultura, Lola Cazalilla .
¿Podría hacer un balance de su trayectoria como concejala de Cultura?
–Desde que entré en el Ayuntamiento de Cádiz a gestionar la concejalía de Cultura han pasado muchas cosas y nos ha tocado lidiar con un tiempo y unas circunstancias especialmente difíciles e inciertas, pero creo que hemos logrado impulsar la gestión enfocándola hacia los grandes objetivos que perseguimos: que la cultura sea entendida en Cádiz como una verdadera herramienta de transformación social, de desarrollo crítico y de emancipación de la ciudadanía. Deseábamos que Cádiz fuera una ciudad culturalmente viva, donde el desarrollo cultural no estuviese ligado a una visión mercantilista o de consumo, que fuese mucho más allá de las espectáculos o eventos finales. Es decir, una ciudad donde la cultura se construyera entre todos y todas, y que estuviera en constante dinamismo y evolución. En esta línea, hemos puesto mucho interés en los procesos, en lo formativo, en el intercambio, en el debate. El nuevo FIT ha sido uno de los ejemplos más claros y sobresalientes, pero también es la directriz que se ha seguido en la Feria del Libro (que ha recuperado pujanza, contenido y presencia a pesar del contexto de pandemia), o en las programaciones expositivas, donde casi todos los artistas que han participado han ofrecido talleres o encuentros.
¿Cuál ha sido su mayor error reconocible?
–El mayor error viene también provocado por una situación incómoda que permite la Ley de Contratos, y de la que es difícil salir. Me refiero a la gestión de la venta de entradas de la temporada de primavera de 2020, que finalmente no se pudo desarrollar. La gestión de la venta de entradas fue lamentable por parte de la empresa que se adjudicó el servicio. Era la que mejor precio presentó y apenas teníamos margen de maniobra. Pero desde luego, lo sufrí porque hacían las cosas rematadamente mal incumpliendo lo que les pedíamos en el propio pliego. En cualquier caso, fue un servicio que salió bajo mi responsabilidad y me lo pongo en el debe. Afortunadamente, el Consejo Consultivo de Andalucía nos dio la razón, pudimos resolver el contrato y volver a licitar el servicio. Actualmente contamos con una empresa que trabaja de manera excelente. De esa situación aprendimos mucho.
¿Y su mayor acierto en todo este tiempo?
–Posiblemente haber seguido apostando por la cultura segura y esencial durante todo el contexto de pandemia. Sin suspender programaciones o eventos sino buscando fórmulas que garantizasen la seguridad. Hemos celebrado el FIT, la Feria del Libro de manera presencial, las programaciones de teatros con llenos absolutos, cambiado condiciones de contratación e invertido presupuestariamente para que los artistas no vieran perjudicadas sus ganancias debido a las reducciones de aforo, buscado nuevos emplazamientos (como el Parque Genovés), para poder continuar realizando conciertos, teatro y actuaciones cumpliendo con todas las medidas sanitarias. Todo ello sin un solo caso de contagio desde que finalizó el Estado de Alarma. También hemos puesto a disposición del tejido cultural de la ciudad espacios municipales seguros para ensayos de manera gratuita y regularizada, algo que era necesario desde hacía tiempo pero que en el contexto de crisis actual constituye algo esencial.
¿Qué es para usted la cultura?
– Una de las máximas herramientas de transformación social y de emancipación de la ciudadanía.
¿Distingue entre tipos de cultura?
–Para mí toda cultura se construye desde lo social e identitario. No existe una cultura académica o formal y un folklore popular. Pienso que esto responde a una idea anacrónica y clasista de la cultura. Las personas no somos entes pasivos que consumen cultura, nuestra propia interacción con ella la transforma. Es un continuo intercambio, una constante evolución. El Carnaval, por ejemplo, está considerado una manifestación artística popular o de folklore y creo que nadie a estas alturas podría (o debería) cuestionar el poder cultural y emancipador que tiene. Además de constituir nuestra expresión artística más genuina, conforma todo un área de conocimiento y de saberes.
Ha habido polémica en redes sociales sobre la unión de cultura y fiestas, ¿qué tiene que decir al respecto?
–Es normal que haya decisiones que no contenten a todo el mundo, aunque en este caso tal vez sea más por un temor hipotético a futuro que por una realidad de presente. Lo que pretendemos con esa unión es poder desarrollar proyectos más transversales que tengan una mayor llegada a la ciudadanía. Además, la línea de trabajo que diferenciaba ambas concejalías en este momento estaba muy difuminada. Este verano, por ejemplo, hemos programado desde la Delegación de Fiestas varios conciertos de jazz y canción de autor, así como teatro. También pretendemos, como he señalado, que se abandone esa mirada altiva y diferenciada que a veces se proponía hasta desde el propio Ayuntamiento. Deseamos eliminar eso y hacerlo sumando fuerzas para lograr programaciones culturales más completas, diversas y de amplio espectro, siempre atravesadas por la pluralidad y la calidad.
¿Cómo valora la cultura en la ciudad, qué falta y qué sobra?
–Creo que Cádiz tiene un tejido cultural potentísimo (¿quién podría dudar eso?), con unas inquietudes y unos desarrollos que desbordan lo que se podría esperar de una ciudad tan pequeña. Hay ejemplos en cada esquina, en cada enfoque, en cada evento cultural. Otra cosa es que nos demos públicamente la importancia que tenemos o que, a la hora de hacer comunidad cultural, no siempre lo consigamos. Falta quizá esa dinámica de participación más activa en convocatorias más comunitarias donde estrechar lazos y amplificar profundidades.
¿Cuál es su expresión artística preferida?
–La pintura. Del siglo XX en general y de la segunda mitad de siglo en particular
¿Cuál es su libro de cabecera?
–Complicado elegir solo uno. De lo espiritual en el arte, de Kandinsky, es uno a los que más vuelvo.
¿Qué lección ha aprendido siendo concejala de Cultura?
–Que el trabajo más duro e ingrato puede ser a la vez el más bello y gratificante. Y que no hay secretos ni trucos, solo el trabajo da verdaderos frutos.
¿Considera que la humildad debe ser un valor añadido en política?
–Considero que debe estar en la raíz de la política. La humildad te lleva a poner la atención en los errores tuyos antes que en los ajenos. Es doloroso, y para las personas exigentes como yo aún más, pero es también un motor que te ayuda a mejorar incluso cuando las cosas salen bien. La humildad es el antídoto perfecto contra el halago, que siempre tienta a la desorientación.
¿Qué personaje literario detesta más? y ¿el que más ama?
–Que deteste... El primero que se me ha venido a la mente es Xavier Fardin, de la trilogía Vernon Subutex de Virginie Despentes. El que más amo... pues he pensado en Aureliano Buendía, claro. ¿Quién no lo amaría? Aunque he de confesar que siento cierta tristeza al comprobar que mis mayores referentes en este sentido son hombres. Nos queda mucho por leer y escribir.
¿Cómo puede reinventarse la Cultura en tiempos de pandemia?
–La situación de precariedad que vive el sector de la cultura, por desgracia, no es algo nuevo. Precisamente en este contexto hemos observado como, una vez más, la cultura es considerada por el sistema algo menor y prescindible, no como un derecho y una necesidad esencial. Al mismo tiempo, hemos visto que se ha convertido en el mejor aliado para soportar las situaciones de aislamiento. Es una verdadera lástima que ni siquiera ahora, cuando todo el mundo recurre a ella para sobrevivir emocional y mentalmente, tenga el reconocimiento y respeto que merece. No obstante, la cultura está y estará siempre cargada de perspectiva. Estoy segura que este “parón” obligado desembocará en otras vías y fórmulas, en nuevos planteamientos y reflexiones. La cultura ya se reinventa cada día, con pandemia o sin ella.