Aún no ha transcurrido tiempo suficiente como para abordar de lleno en el cine el impacto de la pandemia mundial por
Covid, pero algunos títulos ya lo han hecho como apoyo o excusa argumental para contar otras historias.
La mejor hasta ahora,
Kimi, la cinta de suspense de
Steven Soderbergh en la que
Zöe Kravitz encarna a una informática enclaustrada en casa por temor al contagio a través del contacto social.
Infiesto, tercer largometraje de
Patxi Amezcua (Séptimo), la utiliza como marco temporal para situar otra historia de suspense.
De hecho, la primera secuencia muestra el mensaje televisivo de
Pedro Sánchez decretando el confinamiento, y sin embargo, en el desarrollo de la historia, no deja de ser mero atrezzo, no hay una pulsión narrativa que determine o influya decisivamente en lo que está ocurriendo, más allá de mostrar calles vacías, traslados al hospital y la prohibición de visitas a residencias de mayores. Está ahí, pero no es decisivo; es más un postizo, un adorno, un ingrediente insípido, que pierde fuerza y sentido a medida que avanza la película, pese al interés que concita como punto de partida.
El problema de
Infiesto, de hecho, no radica ahí -es solo el lamento por la oportunidad perdida-, sino en cómo cuenta la investigación criminal que centra el argumento de la película. Demasiados lugares comunes para una cinta que deviene en rutinaria por su intensidad referencial: dos agentes de policía -él, ya veterano, conflictivo, marcado, atormentado, obsesionado con la resolución de un caso de secuestros; ella, joven, inteligente, con un futuro prometedor por delante, valiente-, en medio de un paraje rural -la Asturias de pasado minero-, bajo la lluvia, tratando con sospechosos algo tarados y tendencias siniestras. Decir
True detective le viene grande, pero es sin duda el modelo al que aspira moverse la película, aunque lo haga más próximo al de la
Trilogía del Baztán -trasladada a la pantalla con corrección por
Fernando González Molina-.
Destinada a espectadores poco exigentes y de buena factura visual -algo en lo que ha dado pasos de gigante el cine español en los últimos años-, el filme cuenta con la interpretación del siempre convincente
Isak Férriz, una muy interesante
Iria del Río, y dos secundarios casi imprescindibles, aunque encorsetados,
José Manuel Poga y Luis Zahera.