El obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, ha lamentado que la familia se haya "convertido en moneda de cambio" y, tras criticar la facilidad de acceso a la pornografía que ofrece Internet, ha afeado que las leyes persigan fines electoralistas y "empeoren" la situación.
En su carta semanal, titulada 'A la Iglesia le preocupa la familia', el obispo justifica esa preocupación en el ambiente social que "convierte a la familia en una moneda de cambio en un mercado corrupto" y advierte de que se "quiere sacar provecho" de la "fragilidad humana" con el "inmenso negocio de la pornografía, hoy accesible más fácilmente por Internet".
"Se presenta el amor como algo fugaz e inconsistente, incapaz de dar solidez a la persona y menos aún a un proyecto de amor para toda la vida entre el varón y la mujer", prosigue la misiva del obispo, para quien esto se refleja en las costumbres y en las leyes, "que para complacer a los votantes introducen normativas que en vez de arreglar empeoran la situación".
También señala el obispo que muchas parejas "acceden al matrimonio sin la debida preparación, sin la debida madurez afectiva, sin una experiencia suficiente de Dios", es decir, sin saber santificar el amor humano en el matrimonio y eso desemboca en "tanto fracaso matrimonial en nuestros días, tanto sufrimiento en este aspecto de la vida tan hondo para la persona". "Hay mucho gozo en el seno de la familia, pero también hay mucho sufrimiento, sobre todo en aquellos que no se sienten amados como esperaban", advierte.
De ese modo, monseñor Demetrio Fernández mantiene que la familia se enfrenta a "muchos retos" ya que, si bien es "la institución más apreciada, es el nido donde nacemos", por la "fragilidad humana" también "erosión interna y externa".
En cualquier caso, transmite en su carta a los fieles que "el proyecto de Dios sigue en pie" apostando "por la felicidad del hombre (varón y mujer)". "Así ha diseñado el proyecto de felicidad para el hombre en el matrimonio: indisoluble, abierto generosamente a la vida. Uno con una para siempre, fuente de fecundidad en los hijos", ha añadido.
En esa línea, ahonda en que "lo que el hombre no es capaz de conseguir por sus solas fuerzas, y ni siquiera con la ayuda de los demás, puede alcanzarlo con la gracia de Dios, que quiere hacer feliz al hombre, salvándole de su debilidad y de su pecado" y mantiene que "es posible la esperanza".
Así, defiende que la Iglesia es capaz de ser "luz en un mundo confuso" y de orientar "el camino de la verdadera felicidad del hombre". "La Iglesia tiene la preciosa tarea de presentar con hechos, con el testimonio de tantos hijos suyos, que la felicidad es posible, que la solidez de la familia nos interesa a todos, que no es una utopía ese plan de Dios sobre la familia, sino que es una realidad al alcance de todos".
Al mismo tiempo --prosigue-- a la Iglesia se le encomienda ser "hospital de campaña" para todos los heridos en esta "guerra". "Ser lugar de acogida para todos sin discriminación, ser hogar donde todos puedan encontrar el bálsamo de sus heridas, porque todos pueden ser curados y fortalecidos por el amor de Dios", concluye.