Sí. Hay vida más allá del mundo fútbol de los resultados y del dinero. Sí. Los valores de lo que al fin de cuentas es lo que es, un deporte, no es una fantochada de las de antaño. Sí. Es posible convivir en la dualidad sentimental de una de las ciudades más románticas del mundo. Ayer, en la memoria del eterno ‘16’ hubo un hueco de kilómetros cuadrados en el que el recordado bético Miki Roqué fue el gran protagonista.
Así es Sevilla. Como diría aquel, la ciudad de las luces, y de las sombras. Capaz de lo mejor y lo peor en cuestión de segundos. Pero ayer la fraternidad destapó, al menos por una noche, las vergüenzas del fútbol de los negocios para rendir cuentas ante lo idílico, que no utópico, de este apasionante deporte del balompié.
Y ya son seis las desgraciadas ediciones de un trofeo que ojalá nunca hubiera comenzado a celebrarse. Pero nadie olvida por el barrio de Nervión aquel zurdazo, no de diamantes sino de oro, que cambió la vida a tales parroquianos. Por ello, la memoria de Antonio Puerta es más que un dorsal, más que un partido homenaje. El fútbol como medicina ante la depresión por una herida tan profunda que nunca termina de cicratizar. Y desde ahí, desde el tercer anillo, tan cerca y a la vez tan lejos, asomó de nuevo el talentoso alma que hizo de la banda izquierda un trozo de cielo para contemplar como la ciudad lo extraña, como ha crecido Aitor. Su hijo, su herencia a un sevillismo que clamó por su pérdida aquella noche de agosto. Y ha crecido, y tanto. Aitor es el espejo de un padre que seguro ayer empujó con su pequeño pie un balón que siempre se cuela por el mismo palo de un meta germano que pincela el viejo anhelo de un jueves de Feria.
Pero es tan grande Sevilla, tan celosa en sus pasiones, que si Puerta nunca se marchó de Nervión, anoche sus puertas se abrieron al amor de esos hermanos, de aquellos amigos, de tantas parejas que enterraron sus hachas de guerra para sincronizar sus voces al canto de dos estrellas que siempre relucen: Miki Roqué y Antonio Puerta. Sevilla y Betis. 16 y 26. Hasta Jarque pisó anoche el cielo del Pizjuán. ¿El partido? Ganó la grada. Venció la pasión.
El Trofeo se quedó en casa tras la tanda de penaltis (1-1)
Hubo minutos para todos, canteranos y titulares. En frente el vecino Almería de Francisco. Al final, el Trofeo se quedó en casa tras la tanda de penaltis (4-2). Los 90 minutos concluyeron con empate a uno.