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Hay un cierto clima de autosatisfacción por considerar que los homosexuales son respetados al haber conseguido muchos derechos. Nada más lejos de la realidad

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Jesús Tomillero es un joven árbitro gaditano que juzga los partidos de Tercera Regional del fútbol andaluz. Hablo en presente, aunque debería de hacerlo en pasado. Jesús ha presentado su renuncia a seguir haciéndolo. Ama el deporte, el fútbol en particular, y es un apasionado de lo que hace, pero lo deja. El motivo, su homosexualidad. Mejor dicho, la intolerancia de muchos “aficionados” hacia su orientación sexual.

Los deportistas son, sin duda, uno de los modelos en los que millones de jóvenes se fijan para adoptar sus conductas y hasta su forma de vestir. Las administraciones, las instituciones y las empresas privadas lo saben y en muchas ocasiones los usan como prescriptores para poder “vender” sus ideas o sus productos. Dentro de ellos, son los futbolistas los que se llevan la palma. Es el deporte rey y los astros que lo practican, los dioses del Olimpo.

Hay un cierto clima de autosatisfacción en la sociedad por considerar que los homosexuales son respetados al haber conseguido muchos derechos. Nada más lejos de la realidad. Estos derechos alcanzados sólo lo son legalmente. Sobre el papel. También en determinados ámbitos profesionales, sociales y urbanos.

Jesús pasó a ser noticia por ser el primer árbitro en declarar públicamente su homosexualidad. Desde entonces ha tenido que soportar lindezas como “No te da vergüenza pitar lo que has pitado, maricón de mierda”, “el gol te lo van a meter por el culo, maricón”, al tiempo que el resto del público reía.
El objetivo del joven árbitro no era otro que el de educar a los chavales. Utilizar el deporte como santo y seña de la tolerancia y de otras formas de convivencia.

Entiendo la postura de Tomillero. Uno está un poco harto de educar a algunos individuos que carecen de masa cerebral. Mucho, también, lo que tendrían que aportar las autoridades deportivas, que por el momento sólo han intentado disuadirle de que presentara denuncia. “Es penoso que me hayan dicho que no hablara, e incluso que me amenacen con sancionarme. Antes de que me sancionen me voy”, ha dicho el árbitro. Pero espero que cambie de opinión.

No tengo hijos, sí sobrinos y un ahijado, pero éste es el tipo de personas que me gustaría que los educasen. Gente comprometida que, por su experiencia, están dispuestos a mejorar la sociedad desde lo práctico. A servir como ejemplo. Hoy por hoy está claro que no estamos preparados para mejorar. Soy pesimista sobre ello.

Cuánto bien harían en secundar la postura de Jesús muchos deportistas de élite que se escoden en un armario que debe airearse.

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