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Lunes 18/11/2024
 

Desde la Bahía

La esencia de la Navidad

Del complejo árbol familiar se está desgajando, ante la acometividad de un viento material y progresista, el tronco religioso tan preciso para su frondosidad.

Publicado: 14/11/2021 ·
20:51
· Actualizado: 14/11/2021 · 20:51
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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En los pequeños pueblos, la vida casi siempre es monótona pero agradable. La “España vaciada” está más llena de sentimientos que los amorfos rascacielos de las urbes industrializadas. No es la cantidad sino la cualidad de las personas, las que hacen posible un mayor bienestar.

Todos los días, menos el domingo que aún era para él “fiesta de guardar”, la tarea de aquel pastor consistía en llevar el ganado, un rebaño de cabras, al monte para alimentarse con sus pastos. Estaba muy bien organizado. Había encontrado allí una roca con una concavidad atrayente que competía en confort, con el austero sillón de madera del cuarto de estar de su casa campesina. Allí se sentaba y al igual que el ganado buscaba su sustento que llevaba en una bolsa de esparto y sobre una pequeña manta dispuesta sobre la hierba, colocaba pan y embutidos. Una navaja de medianas dimensiones y muy bien cuidada cortaba “aquellos manjares” próximos a ingerir.

Aquel día que relato un grueso tronco con dos o tres discretas ramas cuyo verdor empezaba a palidecer, había besado el suelo, tras ceder en su lucha con un viento impetuoso y su destino era su podredumbre y descomposición en el húmedo suelo de los campos. Con el sosiego y tranquilidad que da el contacto con la naturaleza, este hombre comenzó con su navaja a moldear el tronco y finalmente consiguió un rostro completo y barbudo, sereno y placido de un ser al que él mismo se dijo que era la “cara de Dios” e inmediatamente y de modo espontáneo, se arrodilló delante de él y tras persignarse, murmuro una oración. Casi sin proponérselo y de modo sorpresivo este pastor había dado a aquel tronco que parecía iba camino de su desaparición, una vida - que luego tras la bendición de la imagen iba a adquirir carácter universal - que ningún científico sería capaz de ver o clasificar dentro del mundo celular o atómico y ningún sociólogo dentro de los cánones de relación material y palpable hoy existentes, porque se trata de la “vida de la esperanza” única que hará posible la eternidad de nuestros recuerdos y afectos. El tronco tenía dentro de sí la vida que la ciencia no podía imaginar, la vida que aquel pastor primitivo o salvaje, según distintos criterios, supo darle luz.

Noviembre inicia precisamente en el día de hoy el deslizamiento hacia su final y el aroma comienza a transformarse en un sin fin de luces eléctricas. La noche se ilumina y la vida hace una pausa, para poder adentrarse en celebraciones de todo tipo: familiares, de amistad, de empresa, de grupos culturales o de partidos políticos. La fiesta se impone. Todavía su denominación es la de “las navidades” pero cada vez y de modo sinuoso como el deslizante movimiento de un reptil, se va introduciendo en la sociedad un cambio en su concepción. Por un lado, se aprovecha este descanso para dirigirse a la montaña, nieve o costa, se dialoga sobre consumismo, regalos y pagas extras. Por otro se habla de negocios de las grandes superficies y también de las que no son de gran tamaño, como promotoras y alentadoras de las celebraciones y el personaje de  “papa Noel” va unido a una marca comercial, al par que se desespiritualiza la efeméride y hay ataques más o menos camuflados hacia la familia tradicional, criticándole la unión de la que tanto alardean y presentando sus reuniones como encuentros donde la soberbia, la discordancia y a veces hasta el odio florecen enardeciendo colores desde el rojo al azul.

Los poderes públicos tazan con rigurosidad de reloj atómico, el número de votos que pueden conseguir si participan en la ornamentación y desarrollo de los festejos y se acude al “pregón de la Navidad” dejando atrás el color político, porque ahora la solidaridad y la ternura son los hábitos que se utilizan, para parecer simpatizantes del Dogma, pero los topos demagógicos de esta nación soterradamente siguen con sus oscuros destellos de cambiar la añagaza de la fiesta y olvidar su sentido religioso, que incluso consideran retrógrado.

Del complejo árbol familiar se estaá desgajando, ante la acometividad de un viento material y progresista, el tronco religioso tan preciso para su frondosidad y producción de frutos. Se echa de menos la mano sabia y los instrumentos de mayor tenacidad que el acero del pastor - creencia y conciencia - para que esta rama, originaria de la familia, no vaya a hundirse al caer en el barro y todas las miradas se concentran en un mismo punto, la educación familiar que tiene como responsables a unos padres, que durante todo el año, pero en especial en la noche de “nochebuena” deben recordar ante la mesa rectangular en la que todos están reunidos, que lo que se celebra es el nacimiento del hijo de Dios, que ni ciencia, progreso o poder pueden negar y mucho menos anular. 

 

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