Cuando la luz del alba hizo visible calles y plazas el 8 de marzo de 2020, había un hermético silencio, quebrado solamente por algunas toses fumadoras y el batir de hojas de árboles ávidos de flores. En el aire las ondas sonoras comenzaban sus comentarios, ese día encabezados por dos noticias de gran actualidad e interés. La celebración del Día Internacional de la Mujer y la cada vez mas preocupante expansión del Coronavirus.
El asfalto - esclavo que se acomoda a cualquier tipo de pisada - sintió cómo en horas vespertinas quedaba cubierto, sin que el sentido común lo aconsejará, por una enorme multitud de seres humanos, reclamando igualdad y derechos para la mujer. El punto de corte se había establecido y la pandemia tiene una historia previa a este día y otra posterior y trágica, de la que afortunadamente parece que comenzamos a vivir su tramo más declive. Una mácula de dolor y tristeza empañó la clara transparencia que el día nos daba.
La sombra del confinamiento se alarga más allá del círculo que limita la paciencia, pero mi amigo y admirado profesor D. José M. Revuelta Soba, se encarga de hacérmelo agradable. He recibido su trabajo sobre los caracteres y diferencias del corazón femenino. Este enorme cirujano, que ha “acariciado” tantas veces esta víscera introduciéndose en sus cavidades, nos ofrece datos que indican que la diferencia entre hombre y mujer es un misterio - como él mismo relata - que las leyes de la naturaleza se encargan de perpetuar porque en su recámara hay algo o alguien que se lo ha indicado. Cuando la lluvia de la humildad resquebraje los cimientos de la soberbia, veremos el punto de encuentro entre ciencia y Dios. No hay supremacía entre ambos corazones, ni tampoco debilidad de uno frente a otro. Sólo desigualdad estructural y funcional, que en algunos detalles rozan límites sublimes. Leer o escuchar las disertaciones del profesor Revuelta es salir de la oscuridad de la caverna a la luz del mediodía.
Los Estados tienen que definirse con exactitud y veracidad. Una capa de barniz iguala a simple vista todo tipo de madera. Si se es democrático, la Constitución se cumple y no se agrieta con decretos-leyes. Parece incongruente que en un país con este tipo de Gobierno, se fuerce, porque así lo exigen determinados grupos, a llevar a cabo una manifestación por derechos e igualdades de sexo, cuando eso está totalmente recogido en su Carta Magna y entrañaba serio peligro su realización. Podría haberse demorado.
Cuestiones muy específicas de la mujer como puede ser el aborto, requieren enorme delicadeza en su debatir, porque si es denigrante presumir de fuerza y destreza delante de personas con ausencia o incapacidad irreversible de sus extremidades, igualmente tantas mujeres que desean ser madres y no tienen posibilidad de ello, sienten profunda amargura cuando ven que se pregona airadamente el derecho a suprimir la evolución hacia la vida de un ser.
Es el día electoral cuando es preciso acudir masivamente, utilizando conocimiento y razón, para no elegir aquellos que aunque lleven envoltura de corderos, cubren una epidermis que rezuma ignorancia, incapacidad, resentimiento y discursos demagógicos que ocultan ideología totalitaria que es la que luego lleva a expresiones externas, como la que hoy comentamos.
Pero la presencia aquel día 8 de marzo en la cabecera de la manifestación de personas pertenecientes al gobierno - con sus azulados guantes - y determinadas ideologías, exime al global de las mujeres ya que indica que fue una decisión totalmente partidista, que nunca sabremos contra quién la dirigían.
Porque el “poder establecido” estaba allí presente.