Hace casi ocho años, De Guindos, por aquel entonces ministro de Economía, nos anunciaba que España necesitaba unos 50.000 millones de euros. Poco más tarde, supimos que en realidad se habían pedido prestados 100.000 millones que se usaron para sanear el sistema bancario, y aunque se nos vendió como un préstamo con unas condiciones muy favorables, nadie quiso llamarlo rescate. Hay que reconocer que, en cuestión de definiciones, nuestros políticos afinan tanto como Vinicius en el área chica.
Se nos prometió que no nos costaría ni un euro, pero fíjate lo que son las cosas; el Banco de España, nada más lejano de un reducto de pijoflautas progres bolivarianos, afirma que podemos dar por perdidos, a día de hoy, la suma de 51.000 millones. Que no los vamos a ver ni en pintura. Más perdidos que el barco del arroz.
Nos jactamos de ser un país a la cabeza de la Unión Europea, pero aún no sé en qué. En Holanda, Inglaterra o Alemania, se ha devuelto hasta el último céntimo de lo prestado. Aquí, mientras tanto, la banca anuncia sin pudor cómo sus beneficios crecen año tras año, pero de devolver lo prestado no se habla. Aquí, mientras tanto, se sigue echando a gente de su casa por no pagar la hipoteca, sin importar si es una abuela sin recursos, una familia con todos sus miembros en el paro, o unos padres de familia con un hijo con graves enfermedades. Aquí, mientras tanto, te clavan 30 euros por un descubierto de 50 céntimos, te cobran 2 euros por gastos de gestión al usar un cajero electrónico, y te piden un litro de sangre del primer hijo nato para resolver el pago de un recibo. Es el mercado, amigos.
Lo más grave de todo esto no es la sensación de que te tomen por idiota. Lo peor de todo es que ese mismo Banco de España te pide que te hagas un plan de pensiones porque la hucha está vacía. Que sigas subido a un andamio hasta los 71 años, aunque tengas que echarle un chorro de Voltaren al café cada mañana. Porque el problema no es que te hayan robado un pastizal que pasado a pesetas no sabría leer. El problema eres tú, que vas a vivir demasiado. Y que quieres comer cada día.
Y a nosotros, ¿quién nos rescata?