En South Park, una serie de animación para adultos de edad y mentales, lo que viene siendo en España dos o tres docenas de personas, aparece el super héroe que todos necesitamos en estos momentos: el Capitán A Posteriori, un hombre que era capaz de detectar, en medio de un incendio, qué escaleras faltaban o qué salidas de emergencia hubieron sido necesarias para evitar la catástrofe.
Y en esas estamos. Ahora todos somos expertos epidemiólogos y leemos gráficas de contagio como si las funciones exponenciales no tuvieran secretos para nosotros, por no hablar de la ingente cantidad de geopolitólogos que tenemos desaprovechados.
Todos saben lo que había que hacer, aunque nadie lo dijo. Todos sabían que medidas económicas debían tomarse, pero se las quedaron para ellos por pudor y por no quedar como empollones repelentes. Todos avisaron, previeron, pronosticaron, pero no hay ni una sola línea escrita que deje testimonio de esos arrebatos de clarividencia. Entre tanto poder adivinatorio, destacan sobremanera los que tenían claro que la manifestación del 8M era un peligro, pero a pesar de ello perdían el culo por aparecer en ella, aunque fuera sólo el ratito antes de que los echaran por incongruencia entre sus discursos y sus acciones políticas.
Sin embargo, esos mismos pitonisos niegan de manera inmisericorde que los barros de esta pandemia y de sus catastróficas consecuencias no provienen de los lodos de los recortes en camas, UCIs, puestos de trabajo en la Sanidad Pública o inversión en Investigación y Desarrollo. Qué tendrá que ver que en los últimos años la población de Madrid haya aumentado sustancialmente, mientras que se han perdido más de tres mil empleos en la Sanidad Pública. Qué importancia puede tener el tijeretazo en inversiones públicas cuando nos encontramos al borde del colapso sanitario.
Cosas del karma, los que abogan desde sus programas electorales por la desaparición de lo público, ahora se refugian en ella; espero que, tras su pronta recuperación, el hecho de recibir en sus propias carnes la atención profesional de una de las mejores sanidades del mundo les haga recapacitar, repensarse sus programas e idearios, y entiendan que lo público y su defensa a ultranza es lo que nos une a todos. Porque lo público no entiende de barrios, de clases sociales, de apellidos. Sólo entiende de alumnos, de necesitados, de enfermos.
Porque lo público es lo que hace Patria, y no discursos alejados del Pueblo llenos de obviedades y silencios clamorosos.
