Luis Miguel Morales | Enredados sociales. Así se han quedado algunos ante las polémicas suscitadas en los últimos días después de los comentarios políticos vertidos en las redes sociales, ahora y anteriores. Las redes sociales es lo que una hemeroteca digital a un martillo pilón público y viral. El crecimiento exponencial de los últimos años ha sido con su aportación un arma de doble filo.
Muchos, políticos o no, no calibran que las redes sociales son un canal más de comunicación pública, con una exposición descontextualizada, de libre interpretación y accesible a todos. A los conocidos y no. Y que como digital que es, siempre tiene un rastro. Siempre.
Su utilidad es máxima en cuanto a su difusión, sus peligros infinitos. Es por ello que la responsabilidad debe ir en consonancia a la intención de hacer llegar cualquier comentario o apreciación.
La cercanía del político, dicen los entendidos, se consigue cuando es éste quien escribe los mensajes en su cuenta personal de Facebook o Twitter. Esto transmite personalidad y autenticidad. Dicen. Eso cuando no se recurre al machaca (también entendido como el community manager).
Es decir, el que de forma estructurada, concienzuda y estratégica y política publica esto o aquello. Normalmente para exaltar todo lo bueno y maravilloso realizado a modo de autobombo gratuito y criticar y menospreciar lo del prójimo.
Cuando las redes sociales se convierten en la lucha entre lo real y lo virtual, el error es cuestión de tiempo y de teclas. Entre lo que se piensa y lo que se escribe hay una línea escasa para errar.
Ojo que con esto podemos correr el riesgo de sectarizar y de cohartar por miedo a ser señalado y vilipendiado y a ser más políticamente correcto que nunca. Se apaga la espontaneidad. ¿La libertad de expresarse queda cohartada?
Muchos, más de los que piensan y más de los que reconocen abiertamente, han sido despedidos, demandados y señalados por comentarios.
A favor de las redes sociales, sí, pero de forma inteligente y coherente. La mezcla explosiva en manos de algunos encuentra el resultado menos deseado. Mezclar política, nuevas tecnologías e inmediatadez puede jugar malas pasadas.
Cuando se gana poco o nada en decir lo que uno piensa, es preferible tirar del refranero popular y “callar y parecer tonto que hablar y demostrarlo”.
Quique Pedregal | En los tiempos que corren, algunos parece que no piensan, que no son conscientes de sus actos. Si a eso le sumamos la libertad de movimientos que te ofrece internet, nos encontramos con perfiles –nunca mejor dicho- de todo tipo. Para nuestra desgracia, hay mucho descerebrado pululando entre ceros y unos.
En la red todo queda grabado, y eso hay algunos que no se enteran. Por ejemplo, si escribes un “tweet” poniendo verde a alguien, ten por seguro que el rastro queda. Cada vez más, y quizás las leyes haya que adaptarlas, se interponen más denuncias por injurias y calumnias.
Es la web un pozo inagotable de conocimientos, diversión, cultura e información, pero algunos la utilizan para expresar sus más hondas frustraciones. No es de recibo escribir un comentario en un periódico digital y esconderse tras un seudónimo. Es aquello de tirar la piedra y esconder la mano.
En nuestro periódico encontramos artículos de opinión de José Antonio Vázquez, Juaky Bellido, Luis Rivero o Luis Galán. Como se puede ver, son personas de distintas inquietudes y experiencias, con las que estamos más o menos de acuerdo, y que expresan lo que creen y les parece… pero no se ocultan.
Además las redes sociales tienen otro riesgo. Normalmente, la gente escribe lo que quiere y, aunque tiene opción de borrarlo, siempre, siempre, siempre, habrá alguien más listo, más avispado, que haya copiado el pantallazo. Todos se arrepienten de lo que han publicado cuando llega la sangre al río, pero aquí no dimite ni se retracta nadie. Eso es lo peor, la impunidad y la frivolidad con la que se trata el tema.
Así que, querido Luismi, en esta ocasión no puedo discrepar contigo. Mi abuela decía que “antes de hablar conviene reflexionar”.
Tú dices que es mejor “callar y parecer tonto que hablar y demostrarlo”. No podemos estar más de acuerdo. Lusmi, lo que yo te diga, que la gente está “fatá”.