Los datos no pueden esconder ya la cruda realidad por la que atraviesa el centro histórico de la ciudad, que sigue esperando, por más que pase el tiempo, de actuaciones urgentes y necesarias para dar un vuelco a su alarmante dejación institucional.
El casco histórico portuense vuelve a pedir ayuda para salir airoso de la espiral autodestructiva en la que parece abocado, ante la inacción de la Administración local y autonómica en forma de una regulación crucial y de ayudas que refloten la situación real de abandono y negligencia instaurada desde hace años.
La falta de un plan urbanístico y de una reactivación para con sus edificios históricos, así como la puesta en marcha de la rehabilitación profunda de fincas con el repoblamiento necesario, harán con estas medidas nuevamente revertir el centro y convertirlo otra vez en un lugar apetecible y rentable para la implementación de los comercios y de habitabilidad y no en el oasis portuense en el que se ha convertido.
La marcha paulatina de comercios que cierran es otra señal más que inequívoca que el camino por hacer es arduo.
La rentabilidad y la competencia es brutal y más en los tiempos que corren y donde la pasividad o la dejación, se pagan con creces como es la realidad portuense. El PGOU y el Pepryche son tan esperados como ya cansinos el pseudo avance que cada Gobierno vende ante el hastío del que ya no espera y desespera.