Con el bagaje de representar a un país con peso político - por haber formado parte de los seis Estados fundadores en 1957 de la Comunidad Económica Europea, ahora UE- Mario Draghi le ha pedido a las autoridades comunitarias respeto a Italia: “Debéis respetar a Italia”. Draghi encabeza un gobierno, que llaman en Italia técnico, ya que él no es diputado ni senador y fue propuesto por el presidente de la República y refrendado por las dos Cámaras italianas, tras intensas negociaciones. Va a intentar llevar adelante un plan de reconstrucción de cantidades astronómicas - 248.000 millones de euros, incluidos fondos propios- para lograr una Italia verde y digital, como principal objetivo de gasto con el lema que gusta al expresidente del BCE y a la opinión pública, eslogan a la vez tecnocrático y político: “Hacer lo máximo posible en el menor tiempo posible”.
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, es escuchado en Bruselas. Con el anterior presidente del Consejo de Italia, Giuseppe Conte, consiguió el paquete de inversiones más grande conocido en Europa y contó con la colaboración del presidente del Parlamento Europeo, el italiano David Sassoli. Por eso no necesita llegar a Bruselas con ese mensaje sino al Congreso de los Diputados para decir: “Debéis respetar a España”. Porque enfrente se ha encontrado sistemáticamente un bloque de oposición que ha hecho bandera de la ilegitimidad del gobierno. Desde gobierno criminal a dictadura se le ha tildado de todo. Por la pandemia, por los fondos europeos, por los Estados de Alarma, por el bloqueo del Tribunal Constitucional y del CGPJ, por la eutanasia, por el tema que fuere. Todo ello tras catorce meses de duras restricciones, confinamientos y con Ertes para centenares de miles de trabajadores. ¿Y alguien se puede extrañar del ambiente de crispación? Si se obstaculiza la llegada de los fondos europeos votando en contra aquí y atacando al gobierno español en Bruselas ¿Qué se puede esperar? De ayer mismo: “Las ayudas son para los españoles, no para Sánchez” (Pablo Casado).
El profesor Luigi Ferrajoli denunció la situación italiana cuando estaba bajo la presión del populismo: “país envenenado por el miedo, por el odio a los diferentes y por el desprecio a los débiles. Miedo y racismo, sospecha y desconfianza hacia los diversos, inseguridad y agresividad social han sido alimentados por la demagogia…”. En esas estamos. Habrá que salir.