Las tropas acabaron con los últimos focos de resistencia casi 24 horas después de que lanzaran el asalto del bastión de los camisas rojas situado en el corazón comercial de la capital para poner fin a seis semanas de ocupación y más de dos meses de protesta.
“En general, la situación está bajo control”, señaló el portavoz del Ejército, coronel Sansern Kawekamnerd.
Después, desalojaron a unos mil manifestantes que se refugiaron en el monasterio budista de Pathum Waranan, donde fueron hallados seis cadáveres tiroteados durante las refriegas que los soldados y camisas rojas mantuvieron después de que sus cabecillas se rindieran.
En los pasillos del centro comercial Amarin Plaza, la Policía encontró a cerca de otros 300 campesinos refugiados acampados entre escaparates de tiendas de moda, de decoración y recuerdos, que permanecían intactos.
Los refugiados explicaron a la Policía que aguardaban a que su líder apareciera por el lugar para facilitarles un medio de transporte hasta el pueblo del que vinieron para unirse a la protesta.
Unos y otros fueron inspeccionados, fotografiados, y subidos con sus bártulos en vehículos, y trasladados a las estaciones de autobuses y ferrocarril, de las que partieron a regañadientes hacia sus aldeas de origen con un billete gratis, pero sólo de ida.
Las fuerzas de seguridad encontraron entre sus enseres navajas, cuchillas de afeita, martillos, y alguna que otra bala, según indicó un portavoz policial.
Por el lugar en el se atrincheraron los camisas rojas hasta que se produjo el asalto, los soldados patrullaban y efectivos del Ejército y la Policía inspeccionaban los edificios adyacentes en busca de armas y explosivos.
Según el centro para la coordinación de la seguridad, fueron localizadas algunas armas de guerra y munición.
“Los terroristas todavía trabajan. Salgan de la zona”, anunciaban por medio de un altavoz colocado sobre un vehículo militar.
En las provincias del norte y del noreste, de las que procedían la mayoría de los manifestantes, se produjeron durante la noche incidentes aislados, y en la turística ciudad de Chiang Mai la policía desmontó por la mañana las barricadas levantadas el día anterior por los camisas rojas sin encontrar resistencia.
Según el Ejército hay activos unos 13.000 partidarios del frente rojo “que esperarán el momento para fomentar disturbios y perpetrar acciones ilegales”.
La violencia se extendió el miércoles rápidamente por esas dos regiones, plazas fuertes del movimiento de los camisas rojas que guía y financia el ex mandatario Thaksin Shinawatra, exiliado en Dubai a raíz de que fuera condenado en rebeldía a dos años de cárcel por un delito de corrupción cometido antes del golpe de estado que le desalojó del poder en 2006.
Los ayuntamientos de seis ciudades de norte y noreste fuero reducidos a escombros por manifestantes antigubernamentales.
“La violencia estuvo organizada”, sostuvo el portavoz del gobierno, Panitan Wattanayagorn, en rueda de prensa.
El Gobierno anunció que mantendrá en vigor hasta el domingo el toque de queda declarado en Bangkok y 23 provincias del noreste y norte del país, una medida que refleja que las autoridades temen un rebrote de la violencia.
Bangkok, una metrópolis con 12 millones de habitantes y 1.500 kilómetros cuadrados, dejó atrás una noche de disparos aislados de los soldados y humaredas dispersas de los incendios provocados por grupos incontrolados de saqueadores y camisas rojas.
El humo de los restos calcinados de un hotel, del que hasta hace poco fue el segundo mayor centro comercial del sudeste de Asia, y de otros 37 edificios incendiados, impregnaban la atmósfera de la capital.