La activista opositora y premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, se encuentra ya en libertad, tras recibir de la Junta Militar la orden que pone fin a su arresto domiciliario. Nada más recibir la noticia de su liberación, Suu Kyi ha salido de su casa en Rangún para saludar a las miles de personas concentradas a las puertas, según informan testigos presenciales.
Suu Kyi nació el 19 de junio de 1945 (65 años de edad) en Rangún, durante un entorno íntimamente entrelazado con la historia política del país tras la Segunda Guerra Mundial y el período descolonizador que seguiría al conflicto: su padre, Aung San, fue el fundador del Partido Comunista birmano y parte esencial en la independencia del país respecto de Reino Unido. Fue asesinado seis meses antes de la declaración oficial de autodeterminación en 1948 por paramilitares afines al ex primer ministro colonialista U Saw, posteriormente ejecutado.
La muerte de su padre dejó a Suu Kyi, la menor de tres hermanos, en manos de su madre, Khin Kyi, quien ascendió de manera fulgurante en la política birmana hasta su nombramiento en 1960 como embajadora de Birmania en India y Nepal, una designación que a la postre sería esencial en la formación de la activista de oposición, quien crecería enormemente influida por las enseñanzas del Mahatma Gandhi.
Aung San Suu Kyi culminó cuatro años después su educación en la universidad británica de Oxford, donde estudió filosofía, política y economía. Fue allí donde a la postre donde conoció a su futuro marido el doctor especialista en estudios sobre el Tibet y el Himalaya Richard Aris, con quien contrajo matrimonio el día de Año Nuevo de 1972.
Durante los siguientes 16 años de su vida, Aung San Suu Kyi residió temporalmente en Japón y el reino centroasiático de Bután antes de regresar a Reino Unido para cuidar de sus dos hijos varones, Alexander y Kim.
VUELTA A BIRMANIA
Aung San Suu Kyi regresó finalmente a Birmania en 1988, inicialmente para cuidar a su madre, quien por aquella época languidecía, pero pronto se vio envuelta en el convulso ambiente político del país iniciado por la decisión del durante largo tiempo dictador golpista, general Ne Win, de abandonar el poder tras haber conducido el país casi a la ruina económica.
La activista emerge como símbolo nacional tras las manifestaciones estudiantiles del 8 de agosto (el conocido como 'Levantamiento del 8888'). "No podía, como hija de mi padre, permanecer indiferente a lo que está sucediendo", declaró en un discurso pronunciado en Rangún el 26 de ese año. Desde entonces, organizó una campaña no violenta y viajó por todo el país, incluso cuando en septiembre la actual Junta Militar birmana se alzó con el poder en un golpe de estado. Para aquél entonces, los generales ya la consideraban una amenaza.
El 5 de febrero de 1989, Aung San Suu Kyi adquiere estatus de leyenda viva tras caminar directamente hacia un grupo de soldados que intentaban reprimir una manifestación pacífica en el delta del Irrawaddy. Dos meses después, es puesta por primera vez bajo arresto domiciliario, una situación durante la que ha permanecido, de forma interrumpida, 15 de los últimos 19 años durante los que su talla como activista internacional ha alcanzado niveles equiparables a los de Martin Luther King.
Su peso en la política, no obstante, se ve coartado por la Junta Militar, que ignoró la victoria aplastante de su partido, la Liga Nacional para la Democracia (NLD), en las elecciones parlamentarias de 1990, en las que la comunidad internacional desenmascaró a la Junta Militar, presentada inicialmente como guía democrática, como la dictadura totalitaria que es. La concesión del premio Nobel de la Paz 1991 como "ejemplo extraordinario del poder de los indefensos", en palabras del entonces presidente del comité Nobel, Francis Sejested, da fe de su relevancia internacional a la hora de dar a conocer la situación en Birmania.
El período de libertad más largo -- con severas restricciones de movimiento, no obstante-- que conoció Aung San Suu Kyi transcurrió desde 1995 a 2000. Es el período en el que a su marido se le detecta un cáncer de próstata, una situación que la Junta aprovecha para intentar un golpe de efecto: a pesar de las peticiones del Papa Juan Pablo II o el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan. deniega el visado a su esposo e insta a la activista a abandonar el país.
Sabiendo que es enormemente probable que la Junta no le permitiría regresar, la activista decide quedarse en Birmania. Se reúne por última vez con su marido --la quinta en los últimos 10 años-- en Navidades de 1995. Aris falleció cuatro años después.
La activista vuelve a ser arrestada otra vez desde 2000 a 2003, y una tercera vez en mayo de 2003, tras un violentísimo incidente entre partidarios de la Junta y miembros de la NLD cerca de la ciudad de Depayin. Según ONG pro Derechos humanos citadas por la BBC, al menos 70 activistas mueren en el enfrentamiento.
Aung San Suu Kyi tardó cuatro años en hacer su primera aparición pública, al defender las protestas de los monjes budistas contra la decisión de la Junta Militar birmana de eliminar los subsidios del fuel, disparando los precios del combustible un 66 por ciento y originando la 'Revolución del Azafrán', en referencia a las túnicas monacales.
Tras sobrevivir en 2008 a la incidencia del ciclón 'Nargis', la mayor catástrofe natural de la historia del país que acabó con la vida de 138.000 personas, la Junta Militar prorrogó otros 18 meses el arresto domiciliario a Aung San Suu Kyi, en agosto de 2009, después de que las autoridades la condenaran por albergar durante dos días a un ciudadano estadounidense perturbado que se había introducido en su vivienda sin su consentimiento.
La "incursión" del norteamericano John Yeetaw sirvió de repetición a la misma estrategia que mantienen las autoridades birmanas de aislar a Aung San Suu Kyi antes de cualquier proceso electoral. Por desgaste, el partido de la activista ha terminando renunciando a participar en los comicios impuestos por la Junta la semana pasada, en la que uno de lo partidos afines a los generales se alzó con una aplastante victoria. El presidente estadounidese, Barack Obama, indicó que dichas elecciones "fueron de todo menos libres y justas".