Los seguidores de Shinawatra se congregaron en el centro de Bangkok y marcharon hacia el Parlamento, donde colocaron barricadas para tratar de evitar la comparecencia prevista para hoy del primer ministro, Abhisit Vejjajiva, elegido el pasado 17 de diciembre.
La Policía desplegó unos 3.000 agentes en la capital para controlar posibles disturbios como los que causaron dos muertos y una treintena de heridos en octubre pasado, aunque el primer ministro descartó el empleo de la fuerza en la disolución de las protestas.
Las fuerzas del orden también distribuyeron panfletos entre los manifestantes convocados en la explanada de Sanam Luang, cercana al Gran Palacio y el templo de Wat Phra Kaew, en los que se les avisaba de las consecuencias legales de sus acciones.
Los impulsores de las nuevas movilizaciones son los contrincantes de los activistas que mantuvieron en jaque a los últimos dos Gobiernos y propiciaron la crisis que desembocó en el bloqueo de los dos principales aeropuertos de la capital durante más de una semana, en noviembre pasado.
Vestidos con camisetas rojas en contraposición a las prendas de color amarillo que eran emblema de las anteriores protestas, los seguidores de la Alianza Democrática contra la Dictadura consideran que el Gobierno del actual primer ministro carece de legitimidad por haber llegado al poder tras la inhabilitación de su antecesor, Somchai Wongsawat, por parte del Tribunal Supremo.
“Queremos que Abhisit disuelva el Parlamento porque carece de legitimidad”, dijo este sábado Jatuporn Prompan, uno de los líderes de las nuevas movilizaciones.
La inhabilitación de Wongsawat y la disolución de su partido, el Partido del Poder del Pueblo, fueron precisamente la circunstancia que motivó el final de las protestas del otro grupo, los seguidores de la Alianza Popular para la Democracia, cuyo objetivo era expulsar del Ejecutivo a los seguidores de Shinawatra, al que acusan de corrupción.
Ahora, los partidarios de Shinawatra han recogido el testigo de las protestas y han amenazado con extenderlas por todo el país hasta que Vejjajiva disuelva su Ejecutivo.
“Estaremos en cualquier lugar que visite el primer ministro”, avisaron los manifestantes.
Precisamente, la llegada de Vejjajiva, el tercer primer ministro tailandés en menos de cuatro meses, fue vista por muchos analistas como la esperanza de poner fin a meses de turbulencias políticas en el país, desencadenadas tras las elecciones de 2007, en las que salieron victoriosos los seguidores de Shinawatra, depuesto mediante un golpe de Estado militar en 2006.
Vejjajiva llegó al poder con un mensaje de unidad y el objetivo de acabar con la división de la sociedad tailandesa, además de restablecer la imagen de Tailandia en el extranjero, una medida capital para revitalizar el dañado sector del turismo.
Sin embargo, la sombra de Shinawatra, el más controvertido primer ministro de la historia reciente del país, sigue presente en la arena política tailandesa pese a encontrarse exiliado en Dubai.
Cuatro días después de la decisión del Supremo de inhabilitar a su cuñado, Somchai Wongsawat, Shinawatra compareció en Bangkok mediante una videoconferencia para calificar la decisión judicial de “golpe de Estado encubierto”, dando alas a sus partidarios para iniciar las protestas.
Por otro lado, un oficial de seguridad del Ejército de Tailandia fue asesinado ayer en la conflictiva región de Yala, en el sur del país, a manos de los rebeldes musulmanes, según testigos presenciales citados por el diario The Nation.