Pese a sus promesas de cambio y al aumento de la presión internacional, el régimen sirio sumió ayer de nuevo al país en un baño de sangre.
Pese a sus promesas de cambio y al aumento de la presión internacional, el régimen sirio sumió ayer de nuevo al país en un baño de sangre con la muerte de al menos dieciséis personas, la mayoría en la provincia de Homs (centro).
Los recientes llamamientos para que se detenga la violencia parecen no haber hecho mella en el presidente sirio, Bachar al Asad, que un día más continuó con su ofensiva militar y su campaña de arrestos a opositores, que ayer jueves se saldó con cerca de 300 detenidos.
Un portavoz del grupo opositor sirio Comités de Coordinación Local, Hozam Ibrahim, dijo a Efe que al menos dieciséis personas fallecieron ayer por disparos de las fuerzas de seguridad en varias zonas de Siria.
En esta jornada, la ofensiva se centró en la ciudad de Ksir, en la provincia de Homs, donde irrumpieron las fuerzas de seguridad y causaron la muerte de doce personas, entre ellas una mujer y su hijo, así como decenas de heridos.
“Las tropas del Ejército cercaron todos los accesos a Ksir para facilitar la entrada en la ciudad de las fuerzas de seguridad, que dispararon indiscriminadamente contra todo aquel que se encontraba en la calle”, denunció Ibrahim.
La ciudad fue también objeto de una vasta campaña de arrestos que incluyó a varias de las personalidades de la localidad.
Después de estos atropellos, el Ejército, los shabiha (matones del régimen) y las fuerzas de seguridad se retiraron de Ksir, y dejaron escrito en los muros lemas de alabanza a Al Asad.