La invalidez del encierro de Torrehandilla sentencia un espectáculo aburrido
La invalidez del encierro de Torrehandilla lidiado en la décima de la Feria de Abril (undécima de abono) ha sentenciado un espectáculo aburrido en el que sólo se salvó el trasteo de El Cid al quinto de la tarde y la predisposición de El Fandi.
Se lidiaron cinco toros de Torrehandilla, el primero marcado con el hierro filial de Torreherberos. El primero fue noble pero rebrincado de puro flojo; tardo y probón el tercero; sin alma el cuarto; con clase y bondad el quinto y de más a menos el sexto. El segundo fue un sobrero de Montealto, posible pero mironcete y andarín.
Rivera Ordóñez 'Paquirri'. Estocada (ovación). Media tendida y descabello (Silencio).
Manuel Jesús 'El Cid'. Estocada (Silencio). Pinchazo y estocada (Ovación).
David Fandila 'El Fandi'. Estocada (Ovación). Estocada. (vuelta al ruedo tras petición).
La plaza registró menos de tres cuartos de entrada en tarde primaveral. Destacó con los palos el banderillero José Manuel Fernández 'Alcalareño'.
INVALIDEZ Y ABURRIMIENTO
Definitivamente, la feria ha vuelto a tocar suelo. La extraña composición del cartel, la invalidez general del encierro de Torrehandilla y el escaso tirón taquillero para una fecha que antes era lleno asegurado sentenciaron desde el principio un espectáculo que no fue tal aunque hay que salvar algunos pasajes que despertaron, muy brevemente, del sopor general.
El pasaje más lucido del festejo corrió a cargo de El Cid, que por fin se entendió con un buen toro en la plaza de la Maestranza después de demasiadas temporadas sin verlo claro.
También es verdad que a ese mismo toro, noble y enclasado, el gran Cid de hace no tantos años le habría cortado dos orejas y, posiblemente, una al andarín y mironcete ejemplar que hizo primero.
Con ese no llegó a entenderse nunca y además de pasar un indisimulado mal rato le sobraron demasiadas dudas e inseguridades y faltaron los toques precisos para fijar una embestida que tenía cositas que corregir pero que no estaba exenta de posibilidades.
Afortunadamente salió el quinto, con mucho el mejor ejemplar de un encierro globalmente blando, que se entregó en la muleta del diestro de Salteras, especialmente por el pitón derecho, lado por el que brindó embestidas plenas de clase y recorrido con las que El Cid se acopló en series bien hechas y mejor dichas.
Quizá no fue el gran Cid pero la faena sí implicó un íntimo reencuentro del diestro de Salteras con el público de Sevilla que está más allá del trofeo escamoteado en el pinchazo que precedió a la estocada. En cualquier caso, aunque el toro pudo tener más que torear, hay que salvar ese reencuentro que debe alumbrar nuevas esperanzas.
El Fandi tampoco quiso dejar cualquier oportunidad de lucimiento: toreando a la verónica con empaque y sentido clásico al tercero de la tarde, al que colocó un meritísimo par por los adentros en el que se jugó la vida. Lástima que ese mismo toro fuera tan tardo y probón en la muleta. Impidió que la meritoria labor del granadino llegara a los tendidos.
Con el sexto, que tuvo mejores inicios que finales y lució dos descomunales pitones, brilló especialmente en un par resuelto desde los terrenos de dentro a las afueras y en un entonado trasteo en el que hubo mejor y mayor acople en las series iniciales. Pero el toro se acabó desinflando y hasta se echó antes de que el torero le cuadrara para matar aunque no pocos espectadores pidieron una oreja que la presidencia no concedió.
Rivera Ordóñez, el nuevo Paquirri, se mostró sobrio y hasta clásico toda la tarde, especialmente en el manejo del capote. Paquirri banderilleó con suficiencia y se mantuvo templado y profesional con el blando primero, que resultó rebrincado de puro flojo, y tuvo muy pocas opciones con el cuarto, que estaba absolutamente vacío de contenido.