Hay maltrato al animal en la cría y transporte de aves, en la obtención de huevos, muy mal trato en la alimentación a los patos para obtener el foie-gras, en la caza de elefantes, en el asesinato masivo de delfines, sea para mercadeo o como afirmación testicular ambos animales nobles y amigos de las personas… Maltrato es tirar una cabra desde la torre, o perseguir a los toros ó hacerlos huir del fuego prendido en su cuerpo. Pero los escandalosos formadores de escándalo en el Paseo de Colón, sólo se manifiestan contra el toreo, en Sevilla. Su slogan “esta plaza la vamos a cerrar”, coreada con acento madrileño, navarro y perchelero, no se escucha en San Isidro ni en San Fermín ni en la Malagueta. ¿Se puede acabar con el “maltrato al toro”, clausurando, únicamente, la plaza de Sevilla? Será que las banderillas y la pica no duelen al animal en los demás sitios… Y eso que, aunque alcanzaran su objetivo, el turismo recibido aquí en abril, no se va a desviar a sus ciudades de procedencia. Era sabido: la imbecilidad es mucho más apasionante que la inteligencia, pues la inteligencia tiene límites.
Por cierto, hablar de turismo en Sevilla es hablar de cultura, de arte, de historia (donde es vano ignorar la relación correspondiente al toreo). Y esos factores descubren la limitación intelectual de “modernizarla” a costa de destruir su patrimonio, o colocar un edificio más alto que la Giralda (como si tuviera sentido el desafío) al lado del casco histórico. O la más clara ineptitud de ignorar factores fundamentales, enriquecedores del Patrimonio de la ciudad, de los que el siguiente ejemplo, por desgracia, no es el único: la leyenda “Sevilla ciudad de opera” en los registros de agua, hace justicia. Pero ni remotamente satisface la que Sevilla merece. Ni sirve para aprovechar el potencial turístico presente en esa realidad, ajena a nuestros regidores, quienes –tal vez por eso mismo- continúan ajenos a ella.
La primera, y hasta ahora única, iniciativa en este sentido, ha tenido que ser privada, como de costumbre. Frente a las actitudes negativas, irracionales o irresponsables, Francisco Oliva, empresario, actor, tenor y miembro del Coro del Maestranza, ha optado por aportar valor, al poner en marcha el primer local dónde se ofrece ópera en Sevilla. Algunas de las óperas dedicadas a Sevilla. Paco tiene muy claro que para introducir novedades, para aportar mejoras, no es preciso destruir otras. En arquitectura, sustituir un edificio por otro, despersonaliza una ciudad antes que modernizarla. Él, con criterio constructivo, es plenamente respetuoso con el flamenco, el otro gran valor de la ciudad. Ambos deben y pueden subsistir; en Sevilla, como ciudad dual, con más motivo. Ambos son activos culturales que, puestos en valor, la benefician a todos los niveles; también en el turístico y económico, por lo que deberían recibir un trato adecuado desde el Ayuntamiento, aunque, para comprenderlo en su justa medida, precisen asesoramiento. Su obligación es recibirlo.
Desde ahora, sólo cabe felicitar a Paco Oliva y su equipo por la iniciativa, por la ilusión y el empeño puestos en su objetivo y desearles el mayor éxito. Es un mensaje a nuestras abúlicas autoridades municipales, a quienes cabe exigir otra de las ilusiones de muchos sevillanos: la recuperación de la Orquesta Bética Filarmónica. Habrá que reiterarlo.