El caso es que el presidente no nos ha contado nada nuevo salvo recomendar paciencia, optimismo y confianza en el futuro, como si esto fuera suficiente para aplacar la preocupación y sobre todo los problemas de desempleo. Apelar a la confianza en el futuro es tanto como apelar a la fe del carbonero.
El programa resultó entretenido. Al fin y al cabo es un show televisivo con un actor principal, en este caso el presidente del Gobierno. Ahora bien, en mi opinión no es de recibo que el presidente en vez de comparecer en el Parlamento para informar del alcance de la crisis, haya preferido participar en un programa de tele, donde evidentemente iba a estar más cómodo puesto que los ciudadanos que le preguntaban difícilmente iban a poder ponerle los puntos sobre las íes, o les iban a permitir repreguntar cuántas veces quisieran sobre un tema.
La magnitud de la crisis es tal que el presidente tiene la obligación de comparecer en el Parlamento tantas veces como se lo requieran, y puesto a conceder una entrevista en televisión, no estaría de más que lo hiciera pero no con un grupo de periodistas de su corte, o con un grupo de ciudadanos que al fin y al cabo no están acostumbrados a debatir con el presidente de Gobierno. Yo con lo que me quedo del programa es que desgraciadamente Zapatero sólo nos recomendó paciencia y esperanza asegurándonos algo que sonaba a la verdad del perogrullo: cuando se acabe la crisis se volverá a crear empleo. Y se quedo tan ancho. La verdad es que pese a las grandes dotes para la puesta en escena del presidente, después de verle en la tele lo único claro es que seguiremos como estamos.