No, definitivamente McCain no era un buen candidato. Obama representaba el cambio, acaso el cambio demasiado rápido, pero el cambio necesario respecto de un Bush que, a mi entender, ha sido un desastre. Y lo sabe, y lo saben.
Ahora lo importante es saber si este Obama que ha acaparado la atención del mundo entero, precisamente por ser tan nuevo, tan ajeno a los usos y costumbres que dominaban la política wasp (blanco, anglosajón, protestante) norteamericana, nos va a tratar a los españoles mejor o peor -bueno, peor imposible- que su antecesor en la Casa Blanca.
Y sí, parece que sí, que con Obama nos va a ir bien, dentro de lo que cabe. O eso, ya digo, piensa Zapatero, que considera, quizá extralimitándose, que sus afinidades con el demócrata negro son muchas e importantes. Aclamemos a Obama. No porque acudamos en socorro del vencedor, sino porque seguramente es un rayo de esperanza -a ver si no se frustra la cosa, a ver si le dejan actuar, que ya se sabe que el hombre más poderoso del mundo tiene también sus limitaciones-. Esperanza para Europa, para España, para América Latina -tan desconocida, increíble, para los mandatarios estadounidenses- y, claro, para los españoles, que recibimos a ¡O-ba-ma, O-ba-ma! como agua de mayo. No nos falles.