¿Tiene José Bretón una doble cara? A juzgar por los diversos testimonios que se están escuchando en el juicio que se celebra en Córdoba contra él por el asesinato de sus hijos, la respuesta podría ser sí.
Hoy, algunos de estos testimonios casi han ido tan lejos como lo fue el propio acusado en su declaración ante el jurado popular y han pintado un Bretón padre preocupado y volcado en sus hijos, quizá un poco controlador, pero pendiente siempre de ellos. Un padre responsable.
Tanto es así que una de las testigos, de profesión trabajadora social y madre de compañeros de guardería de los hijos del acusado, no ha dudado en afirmar que no tenía que hacer grandes esfuerzos para imaginarlo como padre perfecto, el padre que gusta tener.
Y si han tenido que ponerle una pega es que Bretón quizá era demasiado meticuloso, hasta el punto de que se saltaba las normas de la guardería y entraba en el aula de su hijo para comprobar el estado del agua de la botella que, como cada niño, tenía en la clase.
Sus amigos han coincidido en resaltar esa faceta de padre protector, pero como ya hicieran ayer otros testigos, Bretón mandaba a su mujer, Ruth Ortiz, a que se hiciera cargo de la situación cuando los niños se alejaban un poco o se ponían en peligro.
Precisamente, ese excesivo celo del acusado que han detectado los amigos es lo que les hace pensar que los niños Ruth y José no se le despistaron y desaparecieron aquel 8 de octubre de 2011, ya que siempre estaba pendiente de ellos.
Aunque Bretón no es una persona excesivamente cariñosa -algo que ha quedado meridianamente claro por la coincidencia de los testimonios-, sí han destacado de él su trato correcto y amable.
Esta es una de las caras del acusado, porque, tal y como han coincidido muchos testigos, ofreció tras la separación de su mujer una imagen menos amable.
Bretón estaba dolido, resentido y rabioso por haber sido Ruth la que tomó la decisión. En sus conversaciones con amigos o conocidos sobre la ruptura iba subiendo el tono de sus palabras e, incluso, llegó a insultar a su exmujer.
Durante esas conversaciones hizo también comentarios machistas y avisó de que haría todo lo posible por lograr la custodia compartida de sus hijos.
Su "cabreo" por la separación se reflejaba en su rostro, según se desprende del testimonio de la exmujer del hermano de Ruth. Esta testigo vio a Bretón el día anterior a la desaparición de los niños y su cara, como apreciaron ella y una vecina, era de la un "psicópata".
El juicio está sirviendo también para poner de manifiesto algunos rasgos de la personalidad de Bretón y, sobre todo, de sus "manías", como la de pedir a las visitas que se quitaran los zapatos para entrar en su casa, según ha relatado un amigo.
"Siempre estaba con un trapo en la mano" dada su obsesión por la limpieza. "No soportaba ver masticar con la boca abierta o a alguien sorber la sopa". "Ponía siempre un trapo en el poyete para sentarse" son algunas frases que hoy se han escuchado sobre las "manías" de Bretón.
Un hombre "ordenado", "muy listo" e "inteligente", pero también "clasista" y contundente porque lo que decía "iba a misa", en palabras de un amigo y compañero en la misión militar de Bosnia, donde coincidieron.
También hoy se han producido momentos de emoción y, así, la directora de la guardería a la que asistía el pequeño José no ha pedido contener el llanto cuando hablaba de él, al que las profesoras del centro han descrito como un niño alegre, inquieto y "siempre con una sonrisa en la boca que llamaba la atención". "Un niño feliz", han concluido.