El puente internacional sobre el río Guadiana cumple este fin de semana sus primeros 25 años, entre el debate sobre la necesidad de ser ampliado, dotarle de una vía férrea y el descenso en el tráfico que ha sufrido desde que hace cinco años entrase en vigor el peaje en la autopista del Algarve.
Y es que el puente no ha crecido según lo iban haciendo las ciudades que conecta, y eso ha hecho que vaya aumentando el debate sobre la necesidad de su ampliación, al tiempo que reivindicaciones como la línea férrea Huelva-Faro se han ido asentando en la sociedad a las dos orillas del río.
Lo de la conexión férrea viene de lejos, incluso desde antes de que el puente comenzase a funcionar, con reveses como el sufrido el 31 de diciembre de 1984, cuando en España dejaron de funcionar de golpe 914 kilómetros de línea férrea, entre ellos los de la Gibraleón-Ayamonte, aunque el Algarve mantiene intactas sus líneas tanto de cercanías como de larga distancia.
Con la posibilidad de que esa línea férrea funcione cada vez más lejana, al puente le ha salido un competidor en suelo portugués, ya que el peaje que hace cinco años comenzó a funcionar en el Algarve ha provocado pérdidas a ambos lados de la frontera de casi 50 millones de euros, según los datos de la Plataforma Hispano Portuguesa de Afectados por los Peajes en la A-22.
Desde la plataforma se recuerda a Efe que pagar por circular ha hecho que se pierda un 30 por ciento de visitantes a ambos lados del río, que en algunos municipios del sur de Portugal llega al 50 por ciento.
Sandro Martins, empresario portugués de Vila Real de Santo Antonio, tiene pegado en su escaparate el cartel de "Se llega gratis", con el que se quiere concienciar a los conductores de que conozcan al detalle que hay varios pueblos a los que se llega por la autopista antes de comenzar a pagar, pero ese mensaje no ha calado.
"Antes del peaje, las calles y las tiendas siempre estaban llenas de españoles, pero ahora, aunque sigue viniendo mucha gente, ya no es lo mismo", se lamenta.
En suelo español, los empresarios de municipios como Ayamonte también sufren los efectos del peaje, aunque sus clientes de municipios como Vila Real de Santo Antonio les siguen siendo fieles, o bien utilizan a diario el transbordador, que sigue funcionando a pesar de la competencia del puente.
Con todos los reveses sufridos, el puente se ha convertido en un icono indiscutible del sur de España -aunque está en suelo portugués-, desde que comenzase a funcionar tras su inauguración en la tarde del 2 de septiembre de 1991.
Hoy día sigue siendo uno de los puentes más largos de la Península Ibérica, con 666 metros, y el tercero más largo de Portugal tras el Vasco de Gama y el 25 de Abril, ambos en Lisboa.
Eso sí, construirlo no fue algo improvisado, ya que los primeros contactos entre los gobiernos de España y Portugal para sacar adelante la obra se realizaron en 1960, y finalizaron en 1985 con la firma de un convenio entre la Dirección General de Carreteras española y la Junta Autónoma de Estradas portuguesa.
Ahí se pusieron a trabajar los ingenieros, que se encontraron con el problema del casi medio kilómetro de anchura del río y los diez metros de profundidad del agua, pero 300 personas, 28.000 metros cúbicos de hormigón, 5.500 toneladas de acero, 2.100 metros de pilotes y cuatro años de trabajo consiguieron sacar adelante una obra cuya silueta ya es un símbolo de la cooperación a ambos lados del río Guadiana.
Su fama ha hecho que su "hermano" onubense haya tenido menos resonancia, ya que el 26 de febrero del 2009 entraba en servicio el puente del Bajo Guadiana, que une las localidades de El Granado (Huelva) y Pomarao y Mértola, en Portugal, la tercera vía de comunicación por carretera entre la provincia deHuelva y Portugal tras la de Ayamonte y Rosal de la Frontera.