Ser realista, explorar en el presente y en el futuro y adaptarse a las circunstancias de cada momento buscando conversaciones positivas son algunos de los consejos que los expertos dan para combatir esa nostalgia que nos ancla en un pasado que nos podría parecer mejor, aunque tenia tantas o muchas más dificultades que ahora pero en el que, obviamente, por edad, nos encontrábamos en una zona de confort porque los problemas los asumían nuestras familias y no nosotros en primera persona.
Pasa eso en este mes de diciembre donde afloran los recuerdos de antaño, donde la foto fija permanente de aquellos que ya no ocupan espacio en las sillas se hace, si se quiere, más presente, y la mirada hacia aquellas fechas de muchos calendarios atrás se convierte en habitual y algunos piensan en esas zambombas entrañables, solidarias, amistosas, de vecinos en los patios o en esas mañanas gélidas, creo que el mismo frío de ahora pero con menos ropa de abrigo y en casas con bastante humedad, donde mientras te tomabas el migote (trozos de pan cortados a pellizco y esparcidos sobre la leche) para ir al colegio tu madre se calentaba con un copita de anís y el polvorón que Carmen le había ofrecido y que había comprado la tarde anterior en el almacén de Bejarano.
Son tiempos que no volverán, como no retornarán esas zambombas íntimas que hay que rememorar, para saber de donde venimos, pero asumiendo que de aquellos festejos con lo que poco que cada uno podía aportar, el fuego, la zambomba y la botella de Anís del Mono para tocar y beber han llegado estos otros, otra forma de zambomba, comercial si se quiere, que se ha convertido por derecho propio en la gran fiesta de Jerez, la que más ocupación provoca en los hoteles, la que mayor alegría dineraria ofrece a los bares y restaurantes, la que hace que las calles se llenen de algarabía, la que produce que los informativos televisivos conecten en directo, aunque alguno lo haya hecho bajo el pretexto de la pandemia, y la que provoca que los taxistas, por ejemplo, hagan su agosto en el mes que cierra la anualidad.
Las zambombas de ahora, aunque siempre teniendo presente el ayer, se han convertido en el mayor atractivo turístico de una ciudad que, en el tren de la nostalgia,no se lo podía ni imaginar.