La inmensidad creativa de Ezequiel Benítez apenas le deja espacio para el reposo del triunfo obtenido con la trilogía Quimeras del Tiempo, que lo ha llevado a lo más alto del escalafón actual del cante flamenco. Desde que retomó con ímpetu su carrera artística en el año 2015, cuando publica Mi Cante, el de Santiago ha plasmado en cada disco o recital el resultado más pulcro de la exploración por los diferentes estilos que han ido conmoviéndolo a lo largo de su juventud para, desde su garganta más íntima, conformar una nueva obra de arte en lo estético y emocional.
En Recuer2 (2018) vuelve a imponer su eficaz criterio y acierta en las colaboraciones y homenajes póstumos, evocando a esos intérpretes y creadores ya fallecidos. Es 2020 uno de sus mejores años, con Ilus3 y la culminación de la trilogía, independientemente de las dificultades impuestas por la situación sanitaria. Y lo es, su año, porque consigue estabilizarse en las alturas y es la crítica su mejor aliada. No habría que olvidar, por supuesto, a ese público que lo sigue de forma generosa.
No han pasado dos años desde aquel 28 de febrero del 2020, noche en la que tuvo lugar la presentación oficial de su último disco en la Peña La Bulería de Jerez. Presente estuvo su padre Alfredo, quien ocupa un lugar de suma relevancia en el sentido del que será el nuevo trabajo discográfico de Ezequiel que ha querido titular Dukkha y que está previsto que vea la luz entre los meses de febrero o marzo, “dependiendo de cómo vaya la evolución del virus”, cuenta el cantaor a modo de exclusiva. Más de un lector de esta página habrá definido sus penas, sus fatigas, como unas “duquelas muy grandes”.
Pues en esa línea camina el discurso de quien no sólo canta lo que sabe, sino que, sobre todo, sabe lo que canta. Y todo ese conocimiento lo vuelca en este nuevo proyecto que se está grabando en su estudio personal, rincón al que por cierto no tiene que llamar a la puerta, grabar a la hora prevista, sino en el que se sumerge a cualquier hora del día o la madrugada para ir dándole forma a lo que viene; así como también en los Estudios León, del Puerto de Santa María y propiedad de su amigo y compañero Paco León. Es ésta, precisamente, la guitarra que va a acompañarlo en el camino próximo, como bien viene haciendo en un periplo atrás en el que han sabido componer un binomio indisoluble. “Paco es sensible y me comprende, es lo que necesito”, apunta el jerezano.
Dukkha, término del sánscrito, lengua clásica de la India, es un disco “especial y diferente” aunque no deja de conformarlo nueve estilos clásicos del cante flamenco en el que Ezequiel añade siempre su matiz sonoro o literario, pues la mayor parte de las letras que se van a poder escuchar son fruto de su puño y letra, y hacen referencia a momentos de su vida o a personas que han marcado el día a día. La ausencia, el miedo, la tragedia, la soledad… sensaciones recogidas en un trabajo que busca, sobre todo, “emocionar al público tanto como yo mismo lo estoy en el proceso de grabación”, reconoce Benítez. Lo de la soledad es agua pasada, ahora está María Ángeles, su mujer y quien nos cede gentilmente la fotografía de portada.
Se colige, pues, que en este disco el cantaor muestra su versión más poliédrica porque además de su perfil compositivo o cantaor, agudiza además sus capacidades en la producción musical o artística con el diseño de todos y cada uno los destellos que supondrán el resultado final. Aunque no quiere destripar demasiadas sorpresas, sí que puede adelantarse el nombre de algunos palmeros como Chicharito, Diego Montoya o Tate Núñez, así como un veterano cantaor de Triana que aportará esa mirada a la más estricta tradición de la que Ezequiel siempre ha hecho gala.
Ahora, una vez que ya sabe lo que es sentir el nerviosismo de una nominación a los Grammy Latinos (año 2020 por Ilus3) o tras haber sido nombrado Artista del Año en Andalucía (por el periódico La Razón en 2020), se enfrenta a una experiencia en la que desgrana su más profunda realidad ante la falta de Alfredo Benítez, su padre y mentor, para construir su espíritu resiliente. ¡Cuéntanos tus Dukkha, Ezequiel!
