María Pagés con De Scheherezade y Olga Pericet con La leona serán las dos próximas citas del
XXVII Festival de Jerez en el Teatro Villamarta. En este escenario principal de la muestra la jerezana
María José Franco estrena Bailar para ser, mientras que Vanesa Coloma hará lo propio con Castiza en los Museos de la Atalaya, un espacio donde también contará con la presencia de
Sara Calero que, por primera vez, presenta en Andalucía La finitud.
La programación incluye propuestas singulares tanto en el
Salón Don Jorge de los Museos de la Atalaya como en Sala Compañía. En el primero, Jesús Carmona, José Valencia y Juan Requena abordan The game – Exclusive Jerez y Artomático junto a Florencia Oz y Juan M. Jiménez pondrán en escena Electroflamenco 3.0; en el segundo, Ale Villaescusa, Tino van der Sman y José Manuel ‘El Oruco’ trasladan sus inquietudes flamencas a través de un montaje que lleva por título El payo, el guiri y el gitano.
De Scherezade (4 de marzo) es una obra coreográfica de carácter vitalista cuya temática se centra en la inclinación de la humanidad hacia la violencia. Relata en once escenas una aventura humanista bajo la visión pacifista y poliédrica de la esencia femenina, tomando como referencia esa mujer que en
Las mil y una noches evitaba su muerte con sus imaginativas historias. “Se centra en la figura de la mujer y de la palabra como el mejor instrumento que tenemos para el entendimiento y resolver los conflictos”, señaló
María Pagés ante los medios de comunicación. Y ese personaje de Sheherezade se convierte en el ejemplo paradigmático de quien evita la violencia a través de la palabra.
Las coreografías de la obra recogen una diversidad femenina que recorre este particular relato y comparte con el público emociones tan diversas como amores, desamores, fuerzas, fragilidades, inseguridades, contradicciones y soledades, entre otras.
Además, en este intento de abarcar la esencia femenina en su plenitud y en todas las vertientes posibles, las referencias no se limitan a la propia Scheherezade, sino que se amplían a nombres tanto reales como mitológicos o literarios como Medea, Safo, Atenea, Blimunda de Saramago, Bernada Alba de Lorca o Úrsula de García Márquez. Un solo personaje con distintas caras, que se desdobla. “Mujeres protagonistas de la historia, fuertes, con ese mensaje donde la palabra les acompaña”, añadió la bailaora sevillana.
Sin embargo, el hilo conductor siempre es Scheherezade, que usa la palabra en contra del hombre que emplea las armas para asesinar a sus esposas. “Scheherezade es la portadora de los valores positivos que evitan el conflicto”, aclaró.
Atención a lo femenino
Como en anteriores montajes,
María Pagés -último Premio Princesa de Asturias de las Artes junto a Carmen Linares- reclama la atención hacia lo femenino para reivindicar el papel de la mujer en la sociedad. No obstante, no es ése su único objetivo de esta obra. El propósito es igualmente destacar el valor de un personaje que representa “los arquetipos femeninos que nos han acompañado a lo largo de la historia”, añadió.
Al frente de su compañía y compartiendo la dirección con El Arbi El Harti -autor de la dramaturgia, textos y letras-,
María Pagés se sitúa al frente de un cuerpo de baile formado por otras ocho bailaoras y contará con el cante de Ana Ramón Muñoz y Cristina Pedrosa, las guitarras de Rubén Levaniegos e Isaac Muñoz, el chelo de Sergio Menem, el violín de David Moñiz y la percusión de Txema Uriarte.
Tras la compañía de María Pagés, ocupará el escenario del Teatro Villamarta (5 de marzo)
Olga Pericet con
La leona, una pieza que surge de la curiosidad de la bailaora por sumergirse en los orígenes del flamenco. El germen del espectáculo es una investigación sobre la célebre guitarra del mismo nombre, concebida por Antonio de Torres, luthier almeriense del siglo XIX, al que considera “padre de todos los flamencos”, en palabras de la bailaora cordobesa.
Desde esa pureza, Pericet ha querido retroceder en el tiempo más de un siglo y medio -hasta 1852- e indagar en los orígenes del baile flamenco, en su mitología y misterio ancestral que ella concibe como un animal que rige poderoso frente a esas cuerdas de las primeras guitarras de sonido destemplado. “No se trata de bailar la guitarra, sino de hacerla cuerpo”, manifestó. En cualquier caso, estamos ante una interpretación libre inspirada en ese instrumento único y en su proceso de construcción, lleno de matices y misterios.
En la obra se alternan palos como rondeña, bambera, rumba, fandango o farruca. Con la dirección escénica de Carlota Ferrer y junto a Israel Moro (voz), José Manuel León y Alfredo Mesa (guitarras), Juanfe Pérez (bajo) y Roberto Jaén (percusión), Olga Pericet buscará la genealogía y las raíces, pero también los misterios y poéticas de la guitarra en la escena actual. Un espectáculo en el que aparece tanto la parte femenina como la masculina del instrumento y donde la artista cordobesa saca su lado felino, puesto que, en su opinión, el animal representa esa vertiente salvaje del flamenco. “A veces rugen las escenas a lo bestia”, apuntó.
Sentir sin miedo
En cambio, es otro el propósito de
María José Franco en Bailar para ser, que estrena el lunes 6 de marzo en el Teatro Villamarta. “Sentir sin miedo y sin presión” -sostiene- para volver a sentirse viva que es, como decir, para volver a su condición natural de bailaora, pues es la condición que habita en ella de forma innata.
La jerezana, desde su academia de baile y al finalizar la jornada, escuchaba cada día a Dorantes, David Barrull y Luis Moneo y esbozaba su baile de una forma íntima. Ahora lo hará ante el público, contando con esta triada de artistas como invitados en “ese recorrido emocional” que tendrá lugar en este
Bailar para ser. “Un reto en todos los sentidos que va a sacar de mí cosas especiales”, comentó. De hecho, cada palo flamenco que interprete estará relacionado con una etapa de su vida.
Al margen de los artistas invitados mencionados, María José Franco
contará con la guitarra de Javier Ibáñez y Juan Manuel Moneo, el cante de May Fernández y las palmas de Roberto Jaén y Diego Montoya. En la dirección escénica ha buscado las aportaciones de Nieves Rosales.
Madrid como referencia
“Un diálogo entre mi ciudad y yo”. Así definió Vanesa Coloma su espectáculo
Castiza, que estrena en los Museos de la Atalaya (5 de marzo). Pero un “diálogo” que quiere mostrar al público y que éste se imagine que llega a la capital a la estación de Atocha y la recorre en el primer taxi en el que se sube hasta llegar a su destino. “Espero que vean muchas cosas a través de mis ojos”, explicó. Ese Madrid de los Austria, pero también otro Madrid, el que corresponde a una “ciudad versátil y generosa” que, como todas, tiene sus pros y sus contras.
De hecho, Vanesa Coloma bailará farruca, rumba y caracoles por primera vez en su carrera, palos que ahora ha identificado con ciertos lugares de la capital. En
Castiza se podrá apreciar una versión más teatral de la bailaora madrileña, merced al trabajo de Mariana Collado en la dirección del espectáculo. “Vamos a ver a una artista diferente en una propuesta que, a veces, invita a la reflexión, pero que tiene siempre ese toque de humor”, aclaró Collado.
A las coreografías de la propia Coloma, se suman las creadas por Alfonso Losa. Sobre el escenario esta
Castiza tendrá el arrope musical de la guitarra de Juan Campallo y el cante de Jesús Corbacho y Ana Salazar.
El Festival de Jerez también cuenta con la bailarina Sara Calero, que presenta por primera vez en Andalucía, su
Finitud (4 de marzo, Museos de la Atalaya), donde su danza se mueve por los distintos estados emociones que provocan el hecho de que seamos conscientes de que toda vida tiene un fin. En
Finitud también se indaga en cómo esta conciencia de mortalidad se asume en otras culturas.
La conclusión de Calero es evidente: aceptar con naturalidad este estado de cosas –“evitar que nos sumerja en la tristeza”- y vivir la vida “con la conciencia de su cualidad finita”. Un espectáculo que, según la bailarina, “tiene más luces que sombras y de una gran calidad musical”.
En este proceso de trasladar al baile algo tan conceptual ha contado con la inestimable colaboración de Gema Caballero que, además de asumir la dirección musical- es aquí su cantaora de referencia, además de la guitarra de Javier Conde y el bajo eléctrico de Juanfe Pérez.
Libertad artística
Como un espectáculo concebido para la libertad artística en su máxima expresión, dentro del lenguaje del flamenco, podría encuadrarse
The game. Exclusive Jerez (4 de marzo, Salón Don Jorge del Museo de la Atalaya). En “ese juego” -en un espacio más reducido con el público de pie y tres escenarios por donde se moverán Jesús Carmona (baile), José Valencia (cante) y Juan Requena (guitarra)- los artistas marcan las reglas. Pero éstas, como señaló Carmona, “pueden respetarse o no, incluso crearse otras nuevas”. Y es que, este
The game parte de una estructura, dividida en varios bloques, pero se trata de un montaje abierto a la improvisación y a cambiar cada día que se represente en función de la conexión de los artistas con el público.
Carmona, Valencia y Requena traen al Festival “una versión especial”, pero mantiene sus mismas constantes estéticas. Esto es, “sin ningún miedo, sin ataduras reales” y donde, en este juego, un artista responde a lo que otro le propone.
En este mismo Salón Don Jorge de los Museos de la Atalaya Artomático (música electrónica), junto a Florencia Oz (baile) y Juan M. Jiménez (saxo) presentan el 5 de marzo
Electroflamenco 3.0. Corporeidad y abstracción, vanguardia y tradición, experimentación y diálogo son elementos que parten de los ritmos y referentes del flamenco como lenguaje común para un viaje sin límites.
En otro de los escenarios de la muestra (Sala Compañía) aparecen mezclados el flamenco y el teatro en El
payo, el guiri y el gitano (6 de marzo). Los protagonistas son un cantaor de Albacete (Ale Villaescusa), un guitarrista de los Países Bajos (Tino van der Sman) y un bailaor gitano de Sevilla (José Manuel ‘El Oruco’). No faltarán dosis de humor a la hora de que cada uno exponga su relación con el flamenco. El público asistirá a un ensayo abierto y coreografiado, donde se pondrá en evidencia cómo la educación de cada componente conduce a una interpretación muy particular del flamenco. Ello no les impide crear juntos una propuesta singular.