El Marco de Jerez sostiene 7.000 hectáreas de viñedos que corresponden a un total de nueve municipios. Un territorio con sede en Jerez, la Capital Europea del Vino en 2014. Un año que la ciudad está celebrando con actividades diversas orientadas al negocio del vino, una actividad que, a pesar de las caídas de los mercados y las estrictas medidas europeas, está aprendiendo a renovarse, está buscando sus alternativas.
En los años 80 el peso económico en Jerez recaía en la industria vitivinícola y toda la actividad profesional que el vino necesitara para su elaboración, producción y distribución. Desde mano de obra a embotellado, pasando por etiquetados, recogidas, transporte... Jerez era la ciudad del vino porque vivía de una industria con siglos de tradición. Pero cuando este sector entra en crisis, la ciudad intenta diversificar su economía. ¿Cómo? Hay varias alternativas que, a consecuencia de la crisis, han salido adelante.
Con un descenso continuo de las ventas en los últimos años -la comercialización ha bajado de 71.954 miles de litros a cifras poco superiores a los 50.000 miles de litros- y una política de precios más que agresiva, el negocio del vino en Jerez no ha tenido más remedio que diversificarse, buscar la originalidad desde las cenizas de una industria que en alguna medida ha quedado obsoleta o que, como ha pasado en otros sectores, ha tenido que empezar a prescindir de otros servicios ante la caída de las ventas, es decir, ante la pérdida de beneficios.
Gafas con denominación de origen
Si alguna vez se ha preguntado qué se hace con las botas de vinos que ya no quieren las firmas bodegueras, hay algunos emprendedores jerezanos que sabrían darle una respuesta. Los hermanos Jesús y David Pérez Muñoz han tirado de ingenio para darle una utilidad a uno de los principales stock de la industria del vino.
Estos emprendedores jerezanos pasaron de desempleados a empresarios trabajando en la elaboración de gafas de madera, pero con una marca propia, la materia prima viene de las bodegas, las gafas las fabrican con madera de botas de vino, ese particular roble americano que ya los piratas ingleses anhelaban. Son pequeñas obras de arte, a un precio de 100 euros, que tanto David como Jesús elaboran en su pequeño taller de la calle Merced, y que suponen, con mucho esfuerzo y trabajo diario, una alternativa a los excedentes de la industria del vino.
David, el mayor de los hermanos, destaca que “nuestra principal idea es intentar reciclar la materia prima y qué mejor que trabajar con la madera que guardan nuestros vinos, siendo de Jerez. Por eso usamos las duelas que han dejado de servir en las bodegas para elaborar estas gafas con solera”.
Además, este joven emprendedor explica que por ahora no están teniendo dificultades a la hora de conseguir la materia prima desde las bodegas: “No estamos teniendo problemas con las bodegas porque el volumen es pequeño, pero en cuanto el volumen se dispare, nos buscaremos otra fuente. De momento nadie nos ha cerrado las puertas ni nos ha puesto ninguna pega”.
Trabajos de investigación
No solo sobran barricas en el negocio del vino. Los residuos de la producción de nuestro sol embotellado también han dado una utilidad. Investigadores de la Universidad de Cádiz han obtenido una utilidad gastronómica a estos restos para elaborar mermeladas y galletas, aprovechando su alto contenido en antioxidantes y fibra. La fabricación se está produciendo en laboratorios de la UCA gracias a unas 20 toneladas de residuos que cada año salen de la industria bodeguera de Jerez y que, además, supone un ahorro para las firmas a la hora de deshacerse de estos restos.
También el vino se ha colado en el mundo de la cosmética, enocosmética para Skinwine. Todo surgió a través de diversas investigaciones en torno a la vinoterapia, una forma de relajación.
De este estudio se concluyó que los restos de la vinificación o crianza tienen propiedades antiarrugas y efectos exfoliantes. Así surgió la primera línea de cosméticos que tiene en un champú antipiojos llamado Kiyo su producto estrella. Desde luego, también hay grandes reservas de la cosmética en Jerez.
Sin embargo, este negocio no termina de explotar. El Marco tiene más de 20 firmas bodegueras y 90 compañías integradas, pero el impacto económico del enoturismo es de los más bajos -un gasto medio de 20 euros por visitante-. A pesar de todo, un informe del Consejo resalta que en 2012 las bodegas recibieron 416.569 visitas, lo que supuso unos ingresos de más de ocho millones de euros (8.331.380 euros). César Saldaña, director general del Consejo Regulador, aclara que “hay otro aspecto. Junto a los ingresos de las bodegas, hay otra parte importante que es la que afecta a la actividad que se genera alrededor. El enoturista tiene que comer y dormir en algún sitio, y todas eso suma también”.
Saldaña aprecia que “en el Marco hablamos de más de 400.000 visitas cada año a las bodegas asociadas a la Ruta del Vino y a eso le sumamos, sin tener un dato económico concreto de facturación, un gasto medio de 20 euros por turista. Uno de nuestros objetivos es aumentar esa gasto porque al principio no estaba ni en 6 euros, pero claro, ese dato se refiere solo al gasto en bodegas. Entendemos que es un turista de calidad y por ello supone un impacto económico interesante, aunque una buena parte de las personas que visitan nuestras bodegas no son enoturistas en el sentido estricto de la palabra”.
Y es que, para el director general del Consejo, "el enoturista tiene la cultura del vino como el eje fundamental de su experiencia turística. Es cierto que estamos cerca de otro tipo de atractivos como por ejemplo aquel visitante que venga a la playa, pero de paso vaya a visitar una bodega de El Puerto o Jerez”. Esto quiere decir que el turismo enológico a día de hoy “se aprovecha de otro tipo de turismo que tiene otra razón de ser”, algo que quiere cambiar en el Marco de Jerez.
Un trabajo que llevan desde el Consejo para mejorar la oferta enoturística y hacer del vino un negocio más rentable para las firmas: “Queda una articulación mayor de la oferta. Tenemos muchos recursos enoturísticos que no están adecuadamente paquetizados. Por ejemplo, tenemos muy buenas viñas, pero hay poca oferta para visitarlas. Eso es lo que nos falta, comercializar los recursos”.
El maná del enoturismo
Pero el principal caballo de batalla de la otra cara del negocio del vino lleva desde 2006 generando ingresos; el enoturismo. La Ruta del Vino y el Brandy del Marco de Jerez se constituyó formalmente ese año, justo cuando se crea la Asociación de las Rutas del Vino y Brandy del Marco de Jerez. Un amplio abanico de posibilidades de espaldas a la producción vinícola y que ha ido avanzando con el paso de los años. En 2014, en plena capitalidad de Jerez como ciudad del vino, las diferentes bodegas del Marco han encontrado en el turismo bodeguero una gran fuente de ingresos al proponer desde guías a catas, pasando por el maridaje.
Según un informe publicado por la Universidad de Cádiz (Posibilidades de desarrollo del enoturismo en la Denominación de Origen Jerez-Xerez-Sherry) solo en Jerez se dan un total de más de 30 centros bodeguero que aportan un montante de más de 521.000 visitantes por año.
Si estos datos lo traducimos a euros, según el informe presentado por la UCA estaríamos hablando de cantidades cercanas a los 6 millones de facturación. Sin ir más lejos, solo González Byass tiene al año alrededor de 220.000 visitas, lo que supone que la firma bodeguera sea la segunda más atractiva dentro del turismo del vino, tan solo por detrás del californiano Valle de Nepa.
Sin embargo, este negocio no termina de explotar. El Marco de Jerez tiene más de 20 firmas bodegueras, pero el impacto económico del enoturismo es de los más bajos -un gasto medio de 20 euros por visitante-. A pesar de todo, un informe del Consejo Regulador resalta que en 2012 las bodegas del Marco recibieron hasta 416.569 visitas, lo que supuso unos ingresos de más de ocho millones de euros (8.331.380 euros).