Procuraré no defraudar y pedir perdón por, como los burros, ponerme por delante en este artículo; de esta manera lo siento y de esa forma íntima es como me merece la pena entablar diálogo con los lectores y exponerme ante usted. Soy consciente de que, para algunos, que sea yo quien firme esta colaboración, es motivo de morbo: ¿Que dirá éste sobre Pilar Sánchez; qué hará el leñador, pertrechado de hacha y ante el árbol caído? Él, el único trabajador cesado por la otrora edil; él, el ex látigo de herejes del pilarismo; él, el ex líder de Izquierda Socialista y a quien Pilar Sánchez planteó abrir expediente disciplinario hasta en dos ocasiones; él, que osó presentar batalla a la Pilar alcaldesa por disputarle la secretaria general de los socialistas de Jerez...? Procuraré, ya digo, no defraudar esa posible expectativa. No hablaré de aquella Pilar, montonera agazapada tras de un bolso Guzzi, ni de aquella ceenetista ácrata de su última adolescencia; no lo haré sobre aquella lideresa socialista que salía a la pista como Pinito del Oro, de feria en feria y en el circo -de siete pistas- del mundo mundial. No me partiré la cara con nadie por aquella Pilar que gestionó a su equipo de gobierno para que Pelayo y el PP se partieran el culo. No lo haré. Hablaré sí, de aquella agnóstica que logró el milagro de los panes y de los peces y que, como Jesús en las de Canaa, dio de comer a todos -casi a tiempo- repartiendo cuatro mendrugos y tres boquerones, que el tiempo -y la sentencia- le ha venido a demostrar que venían podridos.
Estos días, desde que asisto al espectáculo que ofrecen los medios desde sus corresponsalías en la Justicia Provincial, Pilar Sánchez -la sentencia que la convierte en el primer reo penal por un caso administrativo- me hace reflexionar sobre otras cosas que, dicho aquello tan correcto del respeto a las resoluciones judiciales, me hacen disentir de muchas de ellas y estimar que, con el paso de los años, se ha asentado entre el común de los mortales -votantes de izquierdas incluidos- el peso de la justicia burguesa -cuyo apellido no es baladí-, sin que seamos capaces de adivinar que muy mal está la Justicia si no atiende a razones de Ética como base de sus argumentos. La sentencia que hace devolver -¿”devolver”?- sin que se haya determinado si se robó y a quien se le robó 8 millones de euros me hace sentir débil -otra vez- ante el aparato del Estado, y preguntarme si es éste el Estado de cosas que quiero para mí y para la gente que quiero.
Pilar Sánchez, con dineros de los planes E -aquellos denostados Plan E inventados por Zapatero para mantener, con dinero el Estado, un empleo privado que se caía- cubrió aquellas expectativas y realizó obras de necesidad perentoria para Jerez, como los carriles bici y el parque de los niños y de las niñas...-no puedo dejar de lado mi cinismo- y pagó hasta el último céntimo de lo que se debía y, como por milagro, logró además atender el gasto corriente de un Ayuntamiento -pago de personal, entre otros- que sin esos dineros, sencillamente, habría dado con todo el esqueleto municipal en los suelos. Es de gente honrada pagar los trabajos que manda hacer; y Pilar pagó. Otras y otros han venido para dejar de pagar nóminas durante meses, y para sacar rédito de que, con el tiempo y una redundante campaña, serían los propios jerezanos quienes señalaran como objeto de despido preferente a los trabajadores municipales -a todos ellos- como miembros de una casta a la que “podemizar” y dejar de pagar, como nadie se atrevió a plantear nunca con los bancos...
No es el tiempo de indultar -está Pilar aún en el tiempo de sostener su batalla legal por la Ética y la Estética de las Leyes- pero esta sería una hermosa razón para plantearse la conveniencia o no de esta ética conservadora en la Justicia, que prima la aplicación de la Ley sobre lo Justo, máxime cuando la supuesta Ley fue tumbada en 2012 por el Tribunal Constitucional. Es el momento de recurrir la sentencia del Tribunal Provincial -provinciano decía Machado- a más altas y sabias instancias; o -de insistir en esta peculiar cosmogonía de la Justicia-, el mejor momento para que 2.400 familias de Jerez se organicen y pidan el Indulto, porque gracias a sus trabajos y a que el Ayuntamiento que presidió Pilar les pagaba como podía -aún a riesgo de su propia persona, como se colige de la sentencia-, pudieron pagar sus hipotecas y comer caliente sin necesidad de ir al Salvador. Y todo ello, antes de que llegaran los tiempos de la Caridad en que se hizo necesario pedir perdón a los jerezanos por mantener tu puesto de trabajo.