Hace apenas unos años resultaba difícil imaginar un Sábado de Pasión de tanta densidad cofradiera como el actual, con seis hermandades y dos agrupaciones parroquiales en la calle. La de ayer
fue una jornada casi inabarcable, fundamentalmente porque la práctica totalidad de las corporaciones
que integran la nómina procesionan desde puntos bien alejados del centro histórico.
Es la nueva Semana Santa, esa que ha aflorado de un tiempo a esta parte en barrios que jamás soñaron la presencia de cortejos nazarenos. Todo empezó al filo de las cinco y veinte de la tarde, con
la salida de la Hermandad de Pasión desde el centro pastoral de Santa Ángela de la Cruz, entre la
Ronda de Juan Carlos I y la zona del Nazaret. La cofradía buscó la capilla de las Angustias desde un
lugar que cuesta trabajo encontrar en los mapas, pero eso sí ofreciendo momentos emotivos a su
paso por Vallesequillo, la Plazuela o la calle Sol, que se impregnaron del morado y negro de sus túnicas nazarenas.
La barriada de Las Torres estrenó presencias nazarenas a las cinco y media de la tarde, con la salida desde la parroquia del Perpetuo Socorro de la Hermandad del Cristo de la Salvación. Los hermanos de esta cofradía vistieron ayer por primera vez el hábito nazareno, que tiene antifaz, túnica y capa de color burdeos y que a los mayores les recuerda tiempos pasados de la Hermandad de las Angustias.
A esa misma hora, las cinco y media de la tarde, inició su recorrido la Agrupación Parroquial de la Misión desde la parroquia del Corpus Christi, en la barriada de Picadueñas, la única agrupación
urbana incluida en la nómina del Sábado de Pasión que espera todavía el momento de ser erigida
en hermandad de penitencia.
Este objetivo ya fue alcanzado hace un par de años por los cofrades de la Hermandad de la Salud,
de la parroquia de San Rafael, que desde el corazón de Federico Mayo buscaron el Campillo y el
barrio de San Miguel por La Hoyanca y la Ronda Muleros. La cofradía se echó a la calle a las seis
menos cuarto, luciendo bajo el sol de la tarde unas túnicas que combinan con acierto el blanco y el
morado.
El Señor de la Salud -una espléndida obra de Fernando Aguado- hizo estación de penitencia en
la ermita de San Telmo, en uno de los momentos más reseñables de esta jornada de vísperas.
Pero, desde hace ya algún tiempo, el distrito sur va mucho más allá de San Telmo y El Chicle. La
nueva parroquia de Puertas del Sur se abrió de par en par a las seis de la tarde para que saliera la Hermandad del Cristo de la Sed, uno de esos crucificados que no deja a nadie indiferente. Como bien defendió Antonio Moure en Villamarta, existe un callejero cofradiero más allá de la plaza de la
Asunción o la calle Tornería, y eso lo sabe mejor que nadie la gente de la Hermandad de la Sed.
La cofradía apostó en su momento por una túnica nazarena de diseño innovador, en la que se
entremezclase el blanco con el azul propio del hábito de la madre Teresa de Calcuta. El acierto
de esta combinación se hizo más palpable si cabe en el Jerez de siempre, ese que se extiende bajo la impresionante torre de la parroquia de San Miguel, y que como cada año recibió con júbilo
al crucificado de la Sed.
La llegada de esta hermandad al templo dedicado al arcángel -en el que hace su estación de penitenciase ha convertido ya sin duda en uno de los momentos más notables de la Semana Santa de Jerez. En las calles de Guadalcacín se quedó una vez más el Señor de la Entrega, este año acompañado en su camino al Calvario por la Virgen de los Ángeles. La hermandad había
solicitado este año hacer estación de penitencia en la parroquia de San Juan Bautista de la Salle, que se encuentra en el entorno de Hipercor, pero la petición no fue atendida por el Obispado.
La cofradía inició su recorrido por la pedanía a las seis y media de la tarde, quedando claro desde un primer momento que cuenta con el respaldo de los vecinos de Guadalcacín, que la han tomado ya como una de sus señas de identidad.
Quién sabe si en los próximos años veremos al Señor de la Entrega acercarse al corazón del viejo Jerez.
La Semana Santa se vive también en El Portal, barriada rural por la que procesiona la Agrupación Parroquial de Nuestro Padre Jesús Cautivo, que ofrece estampas hasta hace poco tiempo insospechadas junto a la antigua azucarera y el desaparecido trazado ferroviario.
A toda esa algarabía propia de la periferia se sumó la Hermandad de la Sagrada Mortaja ya cuando el sol había dado paso a la última noche de vísperas. La cofradía con sede en la iglesia conventual de Capuchinos se convirtió por segundo año consecutivo en el contrapunto severo
a una jornada festiva. Por concepción y hechuras, la Hermandad de la Sagrada Mortaja se desmarca de manera rotunda del resto de cofradías y agrupaciones del Sábado
de Pasión.
Estamos ante una típica cofradía de centro que bebe de las fuentes del clasicismo y la ortodoxia. Nazarenos de túnica de cola negra, música de capilla y caminar largo y racheao de su cuadrilla de costaleros. La Hermandad de la Mortaja hizo estación de penitencia en la parroquia
de San Dionisio después de transitar por Alameda de Cristina, Larga, plaza del Arenal y Consistorio; regresando a su templo por Plateros, Tornería, Rafael Rivero y Santo Domingo.
Pasada la medianoche, y justo cuando el Señor de la Sagrada Mortaja accedía al interior de Capuchinos, en un punto muy alejado de la ciudad el Señor de Pasión buscaba
su capilla por calles Frambuesa, Fresa o Sandía.
Las nuevas hermandades sueñan con el momento de hacer estación de penitencia en la Catedral mientras asientan la nueva Semana Santa en los barrios periféricos. La Pasión según Jerez echa raíces en lugares en los que nunca pensó siquiera hacerse presente...