España es un país de hormigas, pero también tenemos nuestra parte proporcional de cigarras
En la pasada gala de los Goya al escuchar las palabras de un joven galardonado, Lucas Vidal, me vino a la memoria la fábula de la hormiga y la cigarra. Dijo el joven Lucas a mi juicio, las palabras más sensatas de toda la noche, que los jóvenes que les estaban viendo debían ser conscientes de que con esfuerzo y trabajo se consiguen las cosas. Bien, Lucas, bien. Otros hacían chistes de política y hablaban de subvenciones, pero tu hablaste de lo que de verdad importa.
Un país, un proyecto o una familia progresa si lo dirigen las hormigas. Un país, un proyecto o una familia fracasa en la medida en la que lo controlen las cigarras y su peculiar modo de vida. La “dolce vita” a costa de los demás.
España es un país de hormigas. De hombres y mujeres laboriosos, que toman consciencia de lo importante que es el esfuerzo y el trabajo, que le ven sentido a la vida en su labor, que se sienten realizado al hacer rendir sus talentos. Un país lleno de hormigas honestas y trabajadoras que de vez en cuando tienen que aguantar las arremetidas de las cigarras alborotadoras y manipuladoras que solo pretenden justificar su modo de vida. Está bien que el cine español reciba subvenciones, y que estás salgan del trabajo de todas las hormigas para que otras hormigas puedan hacer su trabajo, pero no para que algunas cigarras mantengan su caché subvencionado porque el mercado no está dispuesto a valorar su presunto talento.
España es un país de hormigas, pero también tenemos nuestra parte proporcional de cigarras. Desde un responsable político que se ha aprovechado de sus posición para enriquecerse personalmente traicionando la voluntad de los ciudadanos, pasando por algunos líderes sindicales que utilizan a los trabajadores para vivir como terratenientes y de aquellos que quieren vivir toda la vida a costa de las hormigas argumentando la justicia social. En tu ciudad, en tu barrio, en tu calle, en bloque, hay muchas hormigas y alguna que otras cigarras. El trabajo de las hormigas debe servir para contribuir al proyecto común y para ayudar a otras hormigas que por circunstancias de la vida, sociales, económicas, personales, familiares o de salud, necesitan de la ayuda de las demás hormigas. Las hormigas somos solidarias con quien de verdad necesita ayuda. Pero el trabajo de las hormigas no es para mantener a las cigarras y eso hay que decirlo alto y claro. Si España cae en manos de las cigarras, mal futuro para las hormigas.
Y si hay algo peor que una cigarra al uso, es aquella que le promete a las hormigas que todos podemos vivir como las cigarras. Si las hormigas toman conciencia de su fuerza como hormigas y no se dejan llevar por el canto de la cigarra, este país tiene presente y futuro. Si permitimos que las cigarras consigan convencer a los jóvenes que es un error ser hormiga y que todos podemos vivir como cigarras terminaremos en la ruina. La fuerza, la determinación y la voluntad de las hormigas es el único secreto del éxito cierto y verdadero.