Las lluvias que ha traído consigo el otoño están teniendo una repercusión directa en la agricultura y ganadería de la provincia, ya que, además de retrasar notablemente la recolección del algodón, que en muchas parcelas aún sigue en la mata esperando secar (sobre todo la segunda recogida), otro cultivo tradicional, el de la remolacha, también se puede ver afectado por las aguas caídas recientemente.
Según apuntan desde la organización agraria COAG, ya se tiene que estar trabajando en el comienzo de un nuevo ciclo con la preparación de los terrenos para la siembra. Pero, al retrasarse el algodón y llegar las lluvias al mismo tiempo, a diferencia de otros años, los terrenos no han estado listos para cultivar la remolacha que, normalmente, empieza a sembrarse en octubre y noviembre.
Por este motivo, los remolacheros se encuentran este año en una encrucijada y con el riesgo de cultivar una remolacha tardía, que es menos productiva si el invierno viene con bajas temperaturas, lo que afecta directamente a su desarrollo fenólogico.
Todo este trabajo necesario y previo a la siembra se ve retrasado a causa de las lluvias, por lo que la campaña de remolacha “ya empieza este año con mal pie”, apuntan desde COAG, “con los inconvenientes de una siembra más tardía, lo que se suma a los ya importantes hándicap que tienen que sortear los remolacheros, que cada vez son menos en la provincia de Cádiz ante una rentabilidad que merma año tras año”.
Una situación sobre la que la organización agrara ha llamado la atención en numerosas ocasiones, denunciando además los importantes perjuicios económicos que están sufriendo los remolacheros gaditanos por la discriminación de este cultivo andaluz con respecto al del norte de España en el reparto de las ayudas PAC.
Ante este panorama, “muchos agricultores de la provincia están pensando seriamente en no sembrar remolacha y optar por otros cultivos que generan más expectativas de rentabilidad, por lo que piensan en sembrar algodón, cereales o incluso hortícolas, como alternativas de cultivo por las que, probablemente, optarán algunos de los hasta ahora remolacheros”, exponen. Jacinto Carrasco es uno de ellos, ya que debido a las últimas lluvias, que han coincidido con la tardanza de la campaña del algodón (también motivada por las abundantes lluvias y bajas temperaturas de la primavera), ha decidido no sembrar remolacha este año. “Ya están los precios de la remolacha al límite como para encima arriesgarme con una remolacha tardía. No me ofrece garantía”, dice con convencimiento. “No voy a sembrar para que me cueste el dinero”, añade.
A diferencia de él, hay agricultores que aún se lo están pensando y alguno que incluso ya ha sembrado, al tener la tierra preparada tras un cultivo de pipas. Éste es el caso de Inés González, que sigue apostando por este cultivo, del que ha sembrado más de 13 hectáreas en Torremelgarejo y El Torno. “Sembramos la semana pasada porque las tierras las teníamos listas. Lo que sí es cierto es que este año vamos a cultivar unas cuatro hectáreas menos que la pasada campaña, a causa de que una de nuestras parcelas ha tenido algodón y, como le ha ocurrido a otros compañeros, allí no hemos podido sembrar”.
Entre las distintas decisiones de Inés y la de Jacinto se encuentra la indecisión de Juan Caro: “No lo tengo claro aún. Voy a esperar como máximo hasta el día 23, a ver si deja de llover y da tiempo a preparar bien la tierra. Y ya me estoy arriesgado mucho”. Y es que la remolacha tardía corre el riesgo “de no dar suficientes kilos por hectárea, lo que supondría muchas pérdidas”.