No hay palabras para describir lo que se vivió en los hospitales al iniciarse la pandemia. Los ingresos se multiplicaban en horas y “los médicos no daban a abasto”. Son palabras de María Belén Navarrete, enfermera del servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Regional de Málaga: “Al llegar a casa teníamos pesadillas”.
Una persona mayor, que no tenía familia, se echó a llorar y me dijo que nadie le había dado tanto cariño como esas cartasEn sus 29 años como sanitaria “no recuerda” haber vivido algo tan duro como el covid. Han pasado meses, incluso más de dos años, pero la cara de algunos pacientes “jamás se me va a olvidar”. El miedo se veía reflejado en sus caras, que decían “no voy a salir de aquí”, incluso más de una persona le llegó a preguntar que “cuánto tiempo de vida les quedaba”. “Cuando entrábamos a la habitación se ponían a llorar, alguno decía que qué había hecho mal en la vida para que lo tuviéramos castigado”, cuenta con el alma rota. Al coronavirus se sumó la soledad. El hospital se convirtió en un bunker. Se prohibieron las visitas y solo estaba permitido el acceso al personal.
María Dolores Guerrero, auxiliar de enfermería, también lo recuerda a la perfección. “Tuve que llamar a los pacientes de cuatro consultas para que no vinieran al hospital”, porque “no se podía entrar”. En aquella época el recinto hospitalario estaba “desértico”, era una sensación “malísima”.
También parecía una especie de hospital de campaña. Se reorganizaron las plantas para atender la avalancha de ingresados covid e, incluso, se llegó a habilitar la cafetería del personal con camas. Con este panorama, las sonrisas escaseaban y el aislamiento era la otra gran enfermedad. Ante ello se recetaron cartas, siguiendo el ejemplo de un hospital madrileño.
Belén reprodujo la iniciativa y habilitó un correo electrónico para “dar a los pacientes un poquito de cariño y los abrazos que les faltaban”, explica esta enfermera. Lo que no se esperaba es que le empezaran a “llover cartas”. Pidió por WhatApps a sus contactos que colaboraran y en solo 24 horas, su petición corrió como la pólvora y llegó a la prensa. Fue entonces cuando comenzó a recibir una avalancha de correos. Durante las diferentes olas, si las cuentas no le fallan, han repartido entre los ingresados más de 8.000 cartas procedentes de todas partes del mundo, de lugares como España, EEUU, Brasil o Qatar. También llegaron dibujos de centros educativos: “Colegios de toda España me mandaron dibujos por correo postal y los profesores de Málaga venían a la puerta a traérmelos”.
Pequeños gestos solidarios de un valor incalculable. La reacción de los pacientes fue preciosa, algunos se quedaban en shock y otros no podían controlar la emoción: “Una persona mayor, que no tenía familia, se echó a llorar y me dijo que nadie le había dado tanto cariño como esas cartas”.
Las cartas guardaban mensaje muy diferentes. Algunas contenía palabras de ánimo y apoyo, otras contaban experiencias personales, chistes y “niños muy graciosos que contaban con su inocencia que su padre le había regañado”; pero también el mensaje de familiares que “se han despedido de su padre o madre en carta, porque no podían venir al hospital”. Verdaderas joyas que llegaron a manos de los pacientes gracias al gran corazón de estos héroes vestidos con bata.
El libro que regaló lágrimas y sonrisas: ‘Cartas que curan’
Ahora esos textos y dibujos que dieron vida y compañía se recogen en una pequeña selección de 400 cartas recopiladas en el libro solidario ‘Cartas que curan’. La idea llegó en el verano de 2021, cuando su jefe de servicio le insistió en que “eso no se podía quedar en el olvido”. Tras contactar con la editorial Ediciones del Genal, se hizo un trabajo titánico para seleccionar y maquetar las cartas y los dibujos.
El esfuerzo dio sus frutos, ya se han vendido unos 400 ejemplares y los que quedan. Además de toda la parte emocional que contiene el libro, todo el dinero recaudado será donado íntegramente a Cáritas, Comedor Santo Domingo de Málaga y Red Madre Málaga. ‘Cartas que curan’ se puede adquirir en Librerías Proteo.
Lo más importante es que esos preciosos gestos de personas buenas de todo el mundo nunca se olvidarán y tampoco el trabajo médico y humano del personal del hospital. Desde el principio los sanitarios han estado luchando contra un villano que a día de hoy se va llevado unas 2.500 vidas, solo en la provincia malagueña.
Estaban en primera línea de batalla, arriesgando sus vidas, y, aún así, se organizaron para repartir entre todos las cartas y para intentar que los pacientes “se sintieran como en casa, como si fuéramos su familia,” el tiempo que estén ingresados, recalca María Dolores. “Han luchado lo máximo”.