En el año 2010, el flamenco fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad: hace ya ocho años desde aquella distinción que hizo que el cante ampliara sus fronteras, más todavía, a todo el universo. En Málaga, hay un rincón que aún conserva la esencia de los hitos históricos que llevaron a la ciudad a ser conocida como ‘la cantaora’: la Peña Juan Breva. Es precisamente a quien va dedicada esta institución una de las figuras más importantes de la historia del flamenco, a nivel local y nacional. Antonio Ortega Escalona, que era el verdadero nombre este cantaor, nació en el municipio malagueño de Vélez Málaga y según el presidente de su peña, Gonzalo Rojo, “hasta su muerte lo dio todo al flamenco”. “Se convirtió por ello, en el artista más importante que había en Madrid en su época, alternaba con los grandes maestros de entonces y fue un hombre que llegó a trabajar en tres teatros al mismo tiempo con la obligación de que había que pagarle en oro”, relata Rojo sobre este artista que llegó incluso a fraguar una gran amistad con el mismísimo Alfonso XII, a quien le cantó en numerosas ocasiones en palacio. Viajó por toda España e incluso se cree, aunque está por documentar, que actuó en Francia.
Un siglo de la muerte de este artista, ocurrida en la calle Canasteros de la capital malagueña, se cumple en 2018. Por esta razón, su localidad natal celebrará ‘El Año Juan Breva’ que constará de ciclos de conferencias en los centros educativos, para acercar la cultura y la figura del artista veleño a los más pequeños de una forma amena, a través de flashmob (un gran grupo de personas se reúne de repente en un lugar público como celebración) y de un cómic sobre la vida del personaje. Además se celebrarán encuentros de pandas de verdiales y se realizará nuevamente el ciclo de ‘flamenco fusión’ en el Cerro de San Cristóbal. Todo para preservar la memoria de aquella garganta que entonaba los cantes ‘abandolaos’ tan admirados y seguidos por las generaciones venideras.
Otra de las figuras a la que se ‘venera’ en este rincón de la ciudad es ‘El Piyayo’. Aquel “viejecillo renegro, reseco y chicuelo” que nos describía en su copla José Carlos de Luna y que está considerado como la quinta esencia del flamenco y sus penurias. Rafael Flores Nieto y su capacidad de supervivencia a pesar delos avatares quedan plasmados en una guitarra que allí se conserva y que acompañó esta voz “que se defendía con su peine en el bolsillo, con sus calcetines dobladitos en la manga y con su guitarrillo cantando su cante, de los cuales se convirtió en un genio”. Así describe Gonzalo Rojo a este gitano de la plaza de Santa María que tuvo muchos seguidores como Manolillo ‘El Herrador’, Ángel de Álora o ‘El Trinitario’.
La de ‘El Piyayo’ no es la única guitarra con solera que en la peña se conserva, entre otras está una que perteneció al propio Juan Breva y otra de Federico García Lorca. Un instrumento con el que se inspiraba y que con los años llega Málaga. Una vez aquí, un tío del actor Antonio Banderas aprendió a tocar el instrumento que luego también utilizó el famoso intérprete malagueño. Antonio ‘El Bailarín’, ‘La Niña de los Peines’ o Manolo Caracol son otros de los astros del firmamento flamenco que tienen su particular presencia en la peña Juan Breva, que se rige bajo el lema: “Seguir aprendiendo, velar por la pureza y propagar enseñando”.