Sin una gran inversión económica y con poco más de cuatro meses de campaña electoral, el comediante Jimmy Morales hizo lo que nunca nadie se creyó: se ganó la voluntad del pueblo de Guatemala, que este domingo lo convirtió en presidente, y le dio un gran varapalo a la vieja política.
James Ernesto Morales Cabrera, de 46 años, protagonizó este domingo el hecho insólito de pasar de ser comediante en la televisión a presidente de un país, lo que logró de la mano el ex rector de la Universidad de San Carlos (estatal), Jafeth Cabrera, su vicepresidente electo.
Convertido en político y de religión evangélica, el presidente electo no tiene ninguna experiencia en cargos públicos, pero la mayoría de la población le ha dado una oportunidad para dirigir el destino del país durante los próximos cuatro años (2016-2020), en los que esperan que impulse los cambios profundos que necesita Guatemala.
Cansados de la corrupción que ha prevalecido por décadas en las instituciones públicas, el clima de inseguridad que mantiene en vilo a los habitantes y la pobreza que azota a la mitad de la población, Morales tendrá que apretarse el cinturón para cumplir sus promesas de campaña.
Y es que con su voto, el pueblo, según lo reconoce el mismo mandatario electo, le ha dado un solo mandato: "Combatir la corrupción que ha carcomido a Guatemala".
Cada año más de 20.000 millones de quetzales (unos 2.600 millones de dólares), que representan más del 30 por ciento del presupuesto del Estado, según la poderosa cúpula empresarial, se van en corrupción.
El 14 de enero de 2016, cuando el décimo presidente de la era democrática asuma el poder, Morales no encontrará un lecho de rosas en el Ejecutivo, el cual carece de recursos para atender las demandas de la población, sobre todo en sanidad, donde existe un desabastecimiento de medicinas en los hospitales.
Atender la desnutrición que afecta a la mitad de los niños menores de 5 años será otro reto del gobierno Morales-Cabrera.
El nuevo presidente tendrá que actuar con responsabilidad y honestidad y dar resultados inmediatos a los guatemaltecos que le demostraron a Otto Pérez Molina que ya no van a tolerar los engaños y la corrupción.
Pérez Molina se vio obligado a renunciar el pasado 3 de septiembre tras verse acorralado por las denuncias de corrupción, y ahora se encuentra en prisión preventiva acusado de asociación ilícita, cohecho pasivo y caso especial de defraudación aduanera.
Morales deberá tener la capacidad de dialogar con todos los sectores, presentar un equipo de gobierno que sea capaz de comprender la problemática nacional y resolverla con el apoyo de la iniciativa privada y la sociedad civil.
El presidente Alejandro Maldonado Aguirre, que dirige el gobierno de transición desde la renuncia de Pérez Molina, había advertido que el candidato que resultase vencedor de la elección en la segunda vuelta debería entender que se gobierna desde la montaña y la calle y que hay que ser coherente con el pueblo.
La realidad económica y social que encontrará Morales es difícil, y máxime cuando el pueblo está harto y ya no se le puede engañar ni manipular.
Los habitantes despertaron después de que el pasado 16 de abril el Ministerio Público (MP) y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), un organismo de la ONU, destaparan la trama de corrupción "La Línea" que le costó el gobierno a Pérez Molina.
Su vicepresidenta Roxana Baldetti también renunció y está en prisión preventiva.
Esta coyuntura social fue la que provocó que Morales lograra una aplastante victoria frente a su oponente, la ex primera dama de la nación (2008-2011) Sandra Torres, de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), a la que la población asociaba con una política tradicional con los mismos vicios del pasado y con el peligro de continuar en una senda corrupta y sin cambios.
Morales no solo consiguió la Presidencia, sino que también se ha convertido en el candidato más votado en la historia del país (más de 2,6 millones de votos).
Ese apoyo tiene un costo, atender las demanda de sus electores y del resto de la población, que exigen educación, salud, vivienda, pero sobre todo, mitigar el hambre, que afecta a más de mitad de la población.
Conocido más por su programa de comedia "Moraleja", que dirigió y protagonizó junto a su hermano Sammy por más de 15 años, Jimmy Morales tendrá que ponerse ahora serio y como dice el título de una sus películas, ser el "presidente de asombrero" que necesita la nación.